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EDGAR LORA, EL “PROFE” DE LITERATURA QUE ESTUVO EN LA POLÍTICA HASTA EL COTO Y FUE BOHEMIO

Su biografía, escrita por Alfredo Rodríguez, fue presentada en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz. Es un homenaje de Grupo Editorial La Hoguera.
RILDO BARBA

La biografía no podía tener otro nombre: «El profe».

Recuerdo al “profe” Edgar Lora llegando a dar su clase de Literatura Latinoamericana a los futuros comunicadores de la Universidad Gabriel René Moreno. No creo que haya un exalumno suyo que no hubiese aprendido a amar la lectura gracias a él. Apenas asentaba su morral en la silla, empezaba la magia en el aula: personajes y mundos reales e irreales cobraban vida en nuestras mentes.

«Cuando las esposas de mis exalumnos me dicen «qué ha hecho usted para que lo quieran tanto», yo les respondo: «Yo los quise primero; yo me enamoré de ellos a primera vista y ellos me están devolviendo ese amor». También me dicen: «¿Qué les enseñó; por qué están tan agradecidos con usted?». Mi respuesta es: «Yo he aprendido de ellos todo, en cada hora de clase; yo iba a aprender porque siempre estuve atento, abierto al diálogo, a comprender, a escuchar, a apoyar…»».

El “profe” Lora tiene un concepto bien claro en su vida: no espera a que lo amen; él ama primero. Y también da, antes de recibir. Dice que esas características las aprendió de su madre: «Cuando un señor venía al pueblo a vendernos leña, le regalaba ropa, y después le servía café con sus buenas chamas y queso con nosotros compartiendo la mesa. ¡Pobre de nosotros si hacíamos un mal gesto! Teníamos que saludarlo por su nombre y agradecerle por su trabajo. Mi madre le daba de comer y tomar agua incluso su burro».

José Edgar Lora Gumiel nació en Comarapa, en los valles cruceños, en 1952. Allá estudió hasta el 1ro de Secundaria y, como no había más cursos en el colegio, tuvo que irse a Sucre, de donde eran oriundos sus padres. Sin embargo, tuvo que pasar a Cochabamba para seguir con la escolaridad y salir bachiller. Fue en esa ciudad donde también se formó en Literatura Universal y Lengua Española. A su pueblo regresó a hacer dos años de provincia, hasta que los hermanos maristas lo trajeron a Santa Cruz de la Sierra, para ser profesor de colegio Marista.  

Su currículo se fue enriqueciendo con su paso por el Canal 11, por la Universidad Evangélica, la Casa de Cultura Raúl Otero Reiche, la UPSA y la Universidad Gabriel René Moreno. «Y bueno, mi vida laboral terminó en la UPSA y en el Grupo Editorial La Hoguera, aunque sigo asesorando en La Hoguera. Cuando hay que realizar la línea pedagógica o didáctica de alguna colección de textos escolares, ahí me tienen a mí para asesorar al equipo pedagógico», contó. 

En 2010, Lora dejó la pedagogía para irse a vivir a Comarapa con su esposa. Aunque pensaba a quedarse a vivir allá por el resto de sus días, sólo estuvo ocho años: «Tuve conflictos en mi pueblo, por metiche; me metí a querer hacer cultura, a querer dar cursos de pedagogía. Hubo gente que lo tomó como si yo quisiera ser alcalde y, claro, allá está lleno de masistas, y a ellos no les gustó mi presencia. Entonces nos vinimos y justo coincidió con la llegada de la pandemia».

Fanny Alvis es su esposa. «»Es compañerita, linda mujer», como dice la canción», bromeó. «La conocí en Comarapa. Justamente cuando había terminado el bachillerato, el servicio premilitar y estaba totalmente desesperanzado de la vida y de la política. Ella me devolvió al mundo. La encontré en un momento muy especial, cuando había que emprender de nuevo algo que me llenase; estaba en una depresión existencial muy fuerte, y su cariño me reintegró. Hicimos muchas cosas en Comarapa, como campeonatos de básquet y el Centro Juvenil Comarapeño». 

El amor de la pareja siguió a la distancia. Fue cuando tuvo que irse a estudiar a Cochabamba. Durante cuatro o cinco años mantuvieron la relación por cartas, y se encontraban en las vacaciones de fin de año, por la Navidad y el Año Nuevo. Cuanto estaba en su primer año de provincia, se casaron. «Tengo dos hijas: Jimena es titulada en Comunicación Social y tiene una maestría en dirección de cine. La otra, Alejandra, es médico ginecóloga; ella me ha dado tres nietas. Son puras mujeres en mi casa, sigo siendo el rey».

En la presentación de su biografía, Lora recibió el aprecio de la gente.

El escritor Alfredo Rodríguez escribió El profe, la biografía de Edgar Lora Gumiel. La obra fue presentada justo en el Día del Maestro, en la Feria Internacional de Santa Cruz de la Sierra. «Fue a pedido del Grupo Editorial La Hoguera porque la juventud necesita información de referentes en la literatura como él y, al mismo tiempo, es un homenaje, un agradecimiento por todo el servicio que ha prestado», dijo.

En el libro se trabajó aproximadamente un año. Rodríguez —con tres biografías anteriores en su haber— lo describió como un proceso muy apasionante, pero también muy delicado por los detalles: «Tratamos de hacer un cruce de datos para lograr la mayor precisión posible; pero, además, hay un marco contextualizador. Es decir, no solamente es la historia del personaje, sino el contexto en el que se desenvuelve ese personaje, las circunstancias en las que ocurre su historia. En el caso del «profe», por ejemplo, él nació en plena época de la Revolución Boliviana y cuando estaban construyendo la carretera Santa Cruz-Cochabamba». 

El progreso en Comarapa influyó en el crecimiento de Edgar Lora: tuvo acceso a la información, a la música e, incluso, a películas. «Eso va definiendo su gusto por la cultura; otro tanto le dan sus padres: el papá compraba libros y revistas de todo tipo, y la mamá le enseña a leer y a escribir. Entonces, fue un conjunto de factores que convergieron en la formación de este educador y editor cultural», puntualizó el autor, famoso por sus Evadas

El “profe” está satisfecho con el trabajo. «Dice que convirtió su vida en una novela. ¡Y es que es una novela! Lo que pasa es que hay una técnica llamada biografía novelada», contó Rodríguez. A su vez, Lora explicó: «Hay cosas que parecen ficción. Yo tenía asma; cada 15 días estaba en terapia intensiva con sueros, corticoides y todas esas ñañacas; ahora no. Ahorita estoy con crisis porque la noche del Día de la Madre me tomé unos traguitos fríos, nos pusimos a cantar hasta tarde y, bueno, me vino el asma, pero ya no me manda a la clínica».

Sí, el autor de los textos Literatura y Comunicación (2004) y de los cuentos Maldito hippi comunista (2018), entre otras obras, es todo un bohemio y en sus años mozos lo fue más. «Toda mi juventud fue muy intensa; una vida bohemia fuerte, por eso no volví a Cochabamba», recordó. «Era muy conocido por estar comprometido con la política hasta el coto y por mi vida de poeta, de bohemio, de hombre de mundo, de sociedad. Me vine acá para aislarme de eso y lo logré, porque me concentré ya en mi hogar y en mis trabajos».

¿Esperaba el “profe” una biografía suya? Asegura que no. «Siempre, cuando he asumido una responsabilidad o un trabajo, lo he hecho con mucha pasión. Soy de las personas que nunca se ha cansado ni se ha aburrido de sus trabajos. Me doy entero, pero jamás con el afán de hacer historia o de que sea una cosa memorable», afirmó.

Resistió hasta el último momento a la solicitud de Grupo Editorial La Hoguera, pero —según cuenta— «ellos fueron muy hábiles y sobornaron a mis hijas: les invitaron cenas, tortas y todo, ¡hasta que me hicieron aceptar! Jamás pensé que mi vida sea motivo de estudio».

Está agradecido con su biógrafo por haber respetado su intimidad y porque indagó en su entorno para colectar datos, recuerdos y vivencias. «Alfredo ha ido saltando como rayuela de aquí para allá, porque mi vida no fue tan sencilla en el sentido de que soy muy movedizo, muy inquieto», expuso. «Lo que aprendí aquí, me sirvió allá; lo que hice aquí, me sirvió para aquello… Todo fue una concatenación de hechos; él ha tenido que unir varios eslabones y, en algunos casos, no son creíbles. Pero son reales».


Foto: Alfredo Rodríguez y SouzaInfantas
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