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ADOLFO MIER RIVAS: «TENGO TODO LISTO PARA QUE EL SUELO CRUCEÑO RECIBA MIS HUESITOS»

Con el espíritu entusiasta, el periodista, escritor y dramaturgo orureño hace un repaso de su vida, y aprovecha para reclamar a las autoridades apoyo para los artistas. Hace poco, una nueva camada de actores salió de su casa para lanzarse al toro.   

Adolfo Mier Rivas se volvió “Oso” cuando jugaba fútbol siendo niño; sus amigos le pusieron ese apodo. Hoy, a sus 82 años, el periodista, escritor y dramaturgo orureño afincado en Santa Cruz está superactivo y entusiasmadísimo. Habilitó parte de su casa para formar actores teatrales y, según él, al haber personalizado más la enseñanza, el experimento dio buenos frutos: sus 20 alumnos están listos para lanzarse al toro, es decir, enfrentarse al público.

El creador de Chaplin Show y del Show de Mier aprovechó esta entrevista para reclamar a las autoridades el poco o nulo apoyo que brindan a los artistas y, de paso, a pedido de su interlocutor, repasó su vida con más de tres décadas dedicadas al teatro de humor. Con él no hubo tantas preguntas. El artista se explaya en cada respuesta, adelantándose incluso a las interrogantes que pudiese tener el periodista. Y no decepciona; todo lo que dice resulta interesante y muchas veces chistoso.

¿Hacen falta talleres de actuación? ¿Acaso hay gente queriendo actuar?

¡Hay gente muy talentosa! Personas entusiastas, ansiosas… Me tienen de una oreja, y eso me parece muy bien. Entre chiste y chiste, yo empecé a hacer talleres en 1993. Como hago unos cuatro talleres anualmente, en 29 años unas mil personas han tomado mis enseñanzas. Más que nada son introducciones, nadie sale siendo actor; ellas prenden esa chispa que todo tenemos adentro, ¡porque todos podemos actuar! Así he ido conformando los distintos elencos que pasaron por Chaplin Show y ahora me animé, con dos de ellos, a hacer el Show de Mier, mi nuevo proyecto. A fines de agosto cumplirá cuatro años de vida.

¿Qué tal lo trató la cuarentena/pandemia?

El anterior local (sobre el 2do anillo, casi avenida Busch) lo tuvimos que dejar porque estuvimos dos años cabalgando en esa montaña rusa que fue el covid, donde teníamos momentos de subidas y otros de bajadas tremendas, y luego subíamos nuevamente… Ha sido una lucha de sobrevivencia muy grande que ha tenido una característica: el apoyo y la solidaridad del elenco. Todos estuvieron dispuestos a seguir trabajando. Así formamos comandos de ataque y humor mediante videos, streaming y no sé qué otras cosas que hay ahora, hasta volver. Estamos en un nuevo local, en el hotel Toborochi, donde prácticamente hemos construido un teatro que me tiene muy animado.

¡Su tercer teatro!

En los años que vivo en Santa Cruz, he construido tres teatros. Es bueno recalcarlo porque esta es una ciudad sin teatros, sin cultura, sin proyecciones… Y todo porque no existe apoyo a los artistas de parte de ninguna autoridad; los artistas no tienen dónde formarse y ni siquiera dónde ensayar para sus presentaciones. Ahí los tienen, haciéndolo en plazas o en el living de alguien. Tampoco existen becas y, por último, no hay carteleras para saber qué hay para ver. La ciudad crece verticalmente; yo ya no tengo sol en mi jardín, pero sí vecinos de 12 o 14 pisos. Ese es el precio que pagamos por nuestro desarrollo, que no va paralelo al del espíritu, a la actividad cultural del pueblo.

Bueno, eso lo sabemos desde siempre. Pero creo que en el tema teatral la cosa es más grave…

No hay cultura de teatro en Santa Cruz. Los Premios Tiqui eran muy importantes y se hacían a pulmón, y su creador e impulsor redactaba las invitaciones, conseguía teatro, encargaba las estatuillas… Y no, eso debió ser obra del Estado y la alcaldía, y ellos debieron dotarlo de economía. Ante la falta de apoyo, actividades como esa se convierten en horas cívicas, donde el que organiza tiene que pedir que alguien cante para amenizar. ¡Eso tuvo que ser nuestro Oscar! La gente debió sentir por ese premio el mismo afán que siente por el Carnaval, porque el teatro es parte del espíritu creativo de Santa Cruz. Si la actividad cultural fuese tomada en serio, nuestro pueblo sería mucho mejor. Por el momento es una tragedia, más que una comedia. Todos los niveles de gobierno tienen que inmiscuirse en el arte y tener políticas culturales que, si existen, solo están en papel. Pero, ¿qué podemos esperar si la ministra de Culturas (Sabina Orellana) no ha leído en su vida un libro? Al menos no de autores nacionales, lo ha dicho. Y en el municipio, si tenemos personajes tan folclóricos y pedantes como el alcalde (Jhonny Fernández), nunca habrá una verdadera política de cultura. No puede ser que Santa Cruz no tenga un teatro, sino un auditorio para 200 personas; cuando lo tengamos, aparecerán los artistas. Es como querer jugar fútbol y no tener un estadio.

Lo único bueno es que las actividades artísticas no pagan impuestos…

Ese es el único beneficio que tenemos, pero cuando hay que ir a la Renta a codificar o descodificar tus entradas, es todo un trámite. ¡Es completamente complejo! Y lo digo con el deseo de que entre todos podamos ponernos las pilas para mejorar y hacer las cosas más fáciles, porque cuando te quejas o denuncias algo te mandan de Impuestos (Internos) una nota diciéndote “oye, déjate de joder porque te vamos a sacar la mierda”, que es lo que ha pasado el otro día con un colega. ¡Sería grave que empiecen a corretear humoristas! Con lo caótico que está el país, eso sería una barbaridad (risas).

Pero, como dijo usted antes, los artistas siempre están dispuestos a seguir en la lucha…

Los artistas seguimos firmes. En la cuarentena la pasamos color hormiga, pero la esperanza siempre ha estado presente en cada uno de nosotros. El público está volviendo a nuestra sala y eso hace que tengamos mucho más cuidado con lo que estamos presentando. La sala es lindísima, cómoda y tiene una capacidad que nos permite soñar con hacer cosas grandes. Para hacer una producción no retaceamos tanto nuestros recursos; lo hacemos sabiendo que tendremos retorno en contrapartida por parte del público. Ya tenemos taquillas llenas.

Cambiando de tema, ¿cómo es que un periodista se convierte en humorista?

Cuando era periodista en Cochabamba, tenía una columna humorística en un diario y un programa de radio también de humor. Ahí organizaron un festival con conjuntos musicales, y entonces el gerente me pidió que haga algo, un sketch, para que no sea todo música. Fue un boom, y entonces me sugirió llevarlo al teatro. Yo no sabía escribir para teatro, tuve que aprender; hice mi primera obra y funcionó muy bien. Se llamó Habla Juan, que luego fue el nombre de un programa humorístico.

¿Y cómo vino a parar a Santa Cruz?

Yo nací en Oruro y viví en Cochabamba desde mis 12 años; en Santa Cruz ya llevo 37. A mi pueblo he ido de visita, a actuar nada más; he palpado lo que es vivir en el altiplano, en el valle y en el llano. En cualquier parte de Bolivia me siento muy bien; indudablemente mis raíces están acá y acá pasaré mis últimos días. No quiero dramatizar, pero ya tengo todo listo para que el suelo cruceño reciba mis huesitos. Esta ciudad me ha dado la gran oportunidad de hacer teatro profesional, ¡de vivir del teatro! Ya estoy 56 años en esto.

¿Y Chaplin Show?

Trabajé en Chaplin 33 años. ¿Cómo surgió? Les propuse la idea a los que eran mis socios, Ernesto (Ferrante) y Hugo (Daza); éramos vecinos en un edificio. Al principio no quisieron porque tenían que terminar sus carreras de arquitectura. Después, hablábamos, hablábamos y hablamos hasta que los convencí. Pero no se dio en Cochabamba y lo hicimos acá. Fue en 1985. En 2018 se deshizo la sociedad.

¿Dónde quedó el periodista, don Adolfo?

El periodismo es algo que no se deja nunca. Durante la pandemia tuve una columna en El Deber. He sido desde reportero michi hasta director de periódico (risas), y digo michi porque era reportero con una bicicleta y una grabadora que pesaba 20 kilos. Mi trabajo como tal me ha dado muchísimas satisfacciones: he estado en las guerrillas del “Che” Guevara, cubriendo desde Ñancahuazú y en toda la zona del conflicto. Estuve en Camiri para el proceso de Regis Debray, pero no tuve acceso al juicio.

¿Sus hijos heredaron su vena artística?

Tengo seis hijos; tenía siete, uno murió hace dos años. De ellos solo Sergio tiene la vena de escribir y actuar (es el actual director artístico del Show de Mier); pero es una cuestión genética que no solo tiene de mí, sino también de su madre (Mary Torrico). Ella falleció hace tiempo; actuó mucho en Cochabamba, lo hizo con David Santalla, obviamente conmigo y acá con René Hohenstein. Mi hijo heredó su esencia.

¿Y usted?

Mi bisabuelo fue Adolfo Mier y León, el creador del primer manifiesto del federalismo en Bolivia. Él era médico, pero hacía teatro. Presentaba obras de Shakespeare, que son de lo más complicadas, porque entre otras cosas requieren de continuos cambios de escenarios. Estamos hablando de finales del siglo XIX y principios del XX, cuando hacer eso era más difícil. De él heredé sus inquietudes.

¿Cómo le va con sus nietos?

Tengo 16 nietos y tres bisnietos. La producción de mis nietos pequeños ha ocurrido durante la pandemia, entonces no los vi mucho; ahora obviamente los malcrío. Tengo nietos por todos lados; cuando nos reunamos voy a tener que contratar el coliseo porque tendré más gente que Evo Morales en una manifestación.

Por lo visto usted no pierde el buen humor…

Mi buen humor más bien ha crecido. Crece porque veo el noticiario y escucho hablar a los líderes políticos, a los oficialistas y a los de la oposición, diciendo una sarta de mentiras. ¡Tengo que reírme! Veo a un policía que no sabe leer, transmitiendo a millones de personas un informe completamente agarrado a patadas, y tengo que reír nomás. Porfirio Díaz Machicao dijo: “La gente ríe porque no puede llorar”. Yo estoy en ese esquema.

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Fotos: Facebook de Adolfo Mier Rivas

 

 

 

 

 

 

 

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