Volvió al país después de trabajar en prestigiosos estudios de arquitectura en Dinamarca y Japón. Quiere “algo propio” en Santa Cruz, donde pueda dar rienda suelta a su creatividad.
Una profesional que lleva ocho años fuera del país —viviendo entre Stuttgart, Milán, Copenhague, Tokio y Londres— tiene mucho que contar. Lo primero es que está de vuelta en Santa Cruz y dispuesta a emprender algo propio con su experiencia como arquitecta. Y al saber su currículum ya imaginamos lo que Andrea Terceros puede darle a Bolivia: «En cada lugar que estuve aprendí mucho y conocí a personas extremadamente talentosas e inteligentes. Todo lo aprendido y vivido me hace muy feliz».
En 2013, siendo apenas bachiller hizo maletas y se fue a Alemania con el objetivo de convertirse en arquitecta, una de las buenas. Cuatro años después, en Dinamarca, ya trabajaba en los prestigiosos estudios BIG (Bjarke Ingels Group) y EFFEKT. Entre 2018 y 2020 vivió en Japón, desempeñándose en Kengo Kuma & Associates. «Allí aprendí liderazgo, diseño y estética japonesa», indica. «Con ellos supe que la sensibilidad al diseño está impregnada en todas las cosas, en la calidad de los edificios, en el arte y la música».
Este año, haciendo una maestría en Bartlett School of Architecture UCL (Londres), vivió otra experiencia desafiante y enriquecedora. Se enfocó en la automatización de la construcción: en el uso de robots y en el diseño con procesos computacionales. «Me encantó porque fue algo que no conocía antes y me dio muchísimas herramientas para diseñar de forma innovadora; al mismo tiempo tenía que pensar cómo resolver problemas de nuestra sociedad, tales como la falta de casas de buena calidad, con precios asequibles, diseños sustentables y usando tecnología».
Teniendo la oportunidad de seguir trabajando en el extranjero, ¿por qué decidiste hacerlo en Bolivia?
Quise empezar algo propio. Deseo ayudar a cambiar la cara de nuestro país trabajando en proyectos sociales, como lo hizo Alejandro Aravena en Chile con su proyecto “Quinta Monroy” (conjunto habitacional ubicado en Iquique). Creo que el buen diseño debería ser algo accesible a todos y puede mejorar la calidad de vida de las personas en el lugar donde habiten.
Pero la competencia en Santa Cruz es grande…
Lo es entre arquitectos y en todos los rubros, pero yo tuve la suerte de trabajar en estudios de arquitectura que admiro mucho y haber sido parte de proyectos extremadamente interesantes. Uno de ellos fue durante mi tiempo en BIG (Copenhague): Mars Science City consistía en plantear posibles maneras de vivir en Marte tomando en cuenta la diferencia de gravedad, la presión ambiental, los recursos locales disponibles, la radiación solar, la generación de energía y la producción de comida. Es interesante porque los problemas que hay que resolver para poder vivir en ese planeta (agua, energía, comida, circularidad en la construcción y el uso de materiales locales) son los mismos problemas que enfrentamos en la Tierra a causa del calentamiento global y que tienen que ser resueltos con urgencia. Otro proyecto extraordinario fue el que tuve en EFFEKT, Dinamarca, donde se me planteó la vida en el 2050. Después trabajé hoteles en islas japonesas, edificios en Holanda y Canadá, un pabellón para la Trienal de Melbourne, un viñedo en Bordeaux y en muchísimos otros proyectos. Realmente, ¡todos parecían de mentira! Daban rienda suelta a la creatividad y yo estaba rodeada de gente motivada, encantada de lo que hacía, tal como estaba yo.
Has estado en varias ciudades/países… ¿Qué te dejó cada una? ¿Cuál te gustó más?
Japón fue una de las experiencias más marcantes que he tenido. Allá conocí la filosofía de Mujō o mono no aware, que trata sobre el aprecio a la impermanencia de las cosas. Por el mismo hecho que todo en la vida es temporal, incluso la vida misma, aprendes a aprovechar el ahora y eso es muy bueno. El tema me llevó a crear una exposición de arte, explorando también la corriente wabi sabi, que es la belleza de la imperfección.
Hablando de eso, ¿desde cuándo pintás?
Empecé a pintar siendo muy joven, pero de forma profesional lo hago desde los 15 años, después de ganar una Bienal Juvenil de Arte en Santa Cruz. En 2018 tuve mi primera exposición individual. Trabajando en Tokio tuve que determinar horarios por las noches y los fines de semana para pintar. Expuse colectivamente en el barrio Harajuku, uno de los más frecuentados de la ciudad; mi espacio era una pared de 2,5 metros, con una puerta al medio, pero yo estaba realizada. ¡Estaba exponiendo en Tokio! Un mes después tuve mi primera exposición individual, era en un bar cerca de mi trabajo. Tokio es conocido por tener lugares muy pequeños, ese bar era uno de ellos. Luego me presenté en la galería Shakespeare y en UltraSuperNew. Paralelamente, con una amiga DJ empecé un proyecto llamado Domestic Island; hacíamos sesiones de música y pintura al vivo, y colaboramos con distintos artistas y músicos.
Hace poco vi que ilustraste la tapa de un disco de Freddie Mercury…
Es mi reciente proyecto de arte; consiste en una colaboración para una canción producida por Freddie Mercury. En Londres conocí a Eddie Howell, compositor de ese tema llamado “Man From Manhattan”. Es una canción fantástica, una joya perdida de Queen, que cuando subía rápidamente en los rankings fue prohibida porque uno de los músicos había trabajado sin permiso. Eddie recuperó los derechos de la canción y en marzo de 2022 la lanzará en vinyl; para eso hice el arte y ahora estoy trabajando en el diseño de su caja.
¿Has proyectado tu vida personal o no?
¡Sí! Siempre tengo planes a corto y largo plazo. Quiero abrir mi empresa de arquitectura y diseño, y seguir trabajando en mi arte. Quisiera crear proyectos culturales en Santa Cruz para incentivar la cultura y el diseño local, dando visibilidad a diseñadores y artistas con talento que recién estén empezando. También quiero explorar más el diseño sustentable, el uso de nuevos materiales y de nuevas tecnologías en la construcción y el diseño. En el lado del arte, quiero explorar más nuestra cultura y plasmar en mis obras la cotidianidad de los bolivianos. Hace unos días, en la Bourse de Commerce de París, vi a muchos artistas africanos pintando escenas de su entorno; los colores, objetos y el tono de la piel de las personas retratadas eran únicos y fiel a sus raíces. ¡Quiero hacer eso! Después de tanto tiempo afuera de Bolivia, deseo explorar la riqueza de nuestra cultura. Me encantaría que al menos una persona se sienta más orgullosa de ser boliviana al ver un cuadro mío. Si alguien se identifica con lo que pinto, yo sería feliz.