El paceño descubrió camino a Porongo el lugar donde quería vivir y allí mismo levantó un sitio que es referente del turismo ecológico, Biocentro Güembé. La cuarentena lo cerró, pero ya está abierto nuevamente.
Camino a Porongo, a siete kilómetros del centro de Santa Cruz de la Sierra, Carlos Reznicek descubrió el paraíso. O, más bien, lo construyó aprovechando la riqueza natural de la zona. Lo que era bello, lo volvió más bello y él mismo se capacitó para abrir un parque donde los animales silvestres puedan vivir lo más libre posible y los visitantes los aprecien sin agobiarlos. Además, lo llenó de plantas frutales y ornamentales.
El 15 de septiembre pasado, Biocentro Güembé cumplió 15 años de existencia con un registro de un millón de visitantes. Sus instalaciones albergan más de 300 animales de siete especies y son un referente de turismo ecológico y de paseos de fin de semana. ¡Quién se resistiría a la buena comida de su restaurante y al frescor de sus piscinas! Y si a alguien se le antoja quedarse a dormir, hay cabañas para hacerlo. En medio de la naturaleza, el cielo luce espectacular por las noches.
¿Cómo surgió la idea de abrir el biocentro?
Son esos sueños que uno tiene y que de repente tiene la posibilidad de concretarlos. Hace 22 años compré un terrenito en la zona y decidí irme a vivir allá; cuando no estaba el puente del Urubó, cuando se tenía que llegar por las cabañas del Piraí y no había muchos caminos. Me fui a vivir a una carpa. Mis amigos me decían que estaba loco. Estando allá me di cuenta de que había muchas mariposas en el lugar y entonces pensé en hacer un mariposario. Conseguí unos fierros baratos y con ellos lo hice.
¿Se fue solo?
En esa época estaba enamorando con mi esposa (Fabiola Lozano), pero después mis dos hijos nacieron allá. Los mayores, de otro matrimonio, también estuvieron conmigo allá; me han ayudado en la construcción del parque. Ahora, mi hija menor, Karen, se encarga del departamento de alimentos y bebidas; los demás se dedican a otras cosas.
¿Cómo es que gusta tanto de la naturaleza?
Me encanta. Durante 40 años de mi vida estuve entre la ciudad de La Paz, el lago Titicaca y Los Yungas, hasta que me vine a vivir acá y luego a Güembé. Cuido del medio ambiente y doy ejemplo de ello; me gusta demostrar a las personas que es posible convivir en armonía con la naturaleza.
¿Usted sigue viviendo en el parque?
Sí, por supuesto. Es hermoso despertar cada mañana con los monitos tocándome las ventanas para que les dé frutas. Por el tema de la deforestación y la creciente construcción de condominios y casas en la zona, los animales van a nosotros en busca de alimento.
A propósito, ¿cómo hizo para dar de comer a los animales en la cuarentena?
Fue complicado, considerando que, a la semana, una ida al mercado significa Bs 2.700; a eso hay que sumar el pago al personal que pela las frutas y da de comer a los animales. Felizmente, muchos amigos nos ayudaron, no solamente depositando dinero en una cuenta sino también enviándonos camionetadas de frutas. Además, del mercado Abasto y de los supermercados también nos proveyeron. Se nota que hay gente que gusta de los animales.
¿Hubo pérdidas de animales?
No, no hubo. Los animales están inventariados por la Gobernación. Tenemos un veterinario de planta siempre presente; si nacen o mueren animales, él reporta. En la cuarentena tuvimos chicos que vinieron a apoyar como voluntarios; nosotros les dimos las comodidades para que se queden todo el tiempo que hubiesen deseado, algunos lo hicieron durante dos meses. No cobraron nada, lo hicieron por amor a los animales.
Con 15 años de existencia, el parque ha cambiado mucho…
Totalmente. Al principio solo teníamos la mitad del terreno que tenemos ahora, apenas eran dos piscinas (hoy son 20 y a ellas se suman tres lagunas), el mariposario y el orquideario. Con el tiempo se invirtió de a poquito la platita que iba ingresando, todo con la finalidad de hacerlo más cómodo para los animales y más atractivo para los visitantes.
¿Cómo ha sido el tema de la reactivación tras el cierre de tantos meses?
Abrimos el primero de noviembre con la mitad de nuestra capacidad y siguiendo las medidas de bioseguridad, como el uso del barbijo y la distancia. Felizmente, el buen clima nos está acompañando; pero estamos abiertos de 10:30 a 18:30. Todas las áreas del biocentro están funcionando, incluido el restaurante y las cabañas de hospedaje (hay 17). Respecto al servicio de hotelería, lo estamos ofreciendo de manera rústica: le damos la opción al huésped de llevarse su propia comida o de prepararla allá. Nosotros solo le damos el almuerzo, de él depende la cena y el desayuno. Incluso le podemos prestar una churrasquera y al churrasquero. De cualquier forma, aquí se disfruta de todo.