Entrevista

ENRIQUE MENACHO: «QUISE MOSTRAR UNA SANTA CRUZ COTIDIANA, LEJOS DE LO TURÍSTICO»

El fotógrafo cruceño compuso un retrato de Santa Cruz de la Sierra en escala de grises. Su trilogía visual son Poemas escritos con luz
Rildo Barba

Esta es la segunda publicación de Menacho. En 2005 presentó «276 fotos de Bolivia».

En su libro Poemas escritos con luz, Enrique Menacho retrata una ciudad que respira y se mueve. Lo hace en blanco y negro, una estética que —confiesa— le tomó años perfeccionar. «Fui aprendiendo con el tiempo, practicando mucho y desarrollando un lenguaje propio en esa escala de grises», afirma. Sus fotografías recorren desde el casco viejo de Santa Cruz hasta los barrios más insospechados, captando interacción, personas, escenas comunes… vida.

Con 29 años de trayectoria, el artista cruceño empezó en la era de los rollos. Fue justamente con esas películas analógicas que descubrió su amor por la fotografía callejera. Desde entonces, el sueño de publicar un libro en blanco y negro fue tomando forma, avanzando en paralelo a su carrera profesional, aunque no sin pausas: primero por la cuarentena del covid-19, luego por la necesidad de reconstruir su estudio.

Poemas escritos con luz fue concebido con meticulosidad. Un guiño: tres de las cuatro palabras del título resaltan las letras SCZ —las iniciales de Santa Cruz— y cada una da nombre a un tomo. En conjunto, reúnen 220 imágenes digitales tomadas entre hace 15 y 17 años, de las cuales el 90 % son inéditas. El proceso de selección y diseño no fue sencillo y contó con la colaboración de su esposa, Wilma Montemuro; de su primo, el arquitecto Juan Carlos Menacho; y de la diseñadora gráfica Laura Atela, con quien el fotógrafo ya había trabajado anteriormente.

¿Cómo describís tus libros?

Son tres recorridos por la ciudad; tres formas distintas de mostrar Santa Cruz bajo una misma línea gráfica. El primer tomo, la «S», tiene un enfoque más romántico; la «C» incluye escenas inusuales, a veces extrañas; y la «Z» es más geométrica, centrada en líneas, patrones y texturas. Quise que la experiencia fuera ligera, entretenida, curiosa y hasta cómica en ciertos momentos, para que la gente pueda disfrutar las 300 páginas (100 por libro) de corrido o por partes.

¿Cómo fue el proceso de selección?

Durante todos estos años he mantenido una disciplina: después de cada salida fotográfica, descargo las imágenes, las organizo en carpetas con lugar y fecha, y selecciono mis favoritas, las que realmente me dicen algo. De ahí, las edito —mínimamente si son en blanco y negro, apenas unos ajustes de contraste— y quedan listas. Con el tiempo, fui acumulando unas 2.000 fotos finalistas. De esas, preseleccionamos 660. Las imprimimos en formato pequeño, las tiramos al piso del estudio como un gran rompecabezas y comenzamos a construir los tres libros. Lo hicimos haciendo cuadernos de prueba para ver cómo fluían las imágenes, cómo contaban historias. Finalmente, armamos la maqueta definitiva que enviamos a imprenta, definiendo materiales, cubierta, papel, etcétera.

¿Cuánto tiempo tomó todo eso?

El proceso de selección nos llevó un año entero. Pero los últimos tres meses fueron intensos: afinamos la edición final, elegimos el tipo de papel, el forro, los detalles técnicos… todo.

¿Dónde tomaste las fotos?

Quería fotografiar la ciudad del centro y la de los barrios pocos conocidos, al menos los no comunes para mí. Quise mostrar una Santa Cruz cotidiana, lejos de lo turístico; la de los rincones poco explorados.

¿En qué momentos las tomaste?

Principalmente en tres ocasiones: los sábados temprano por la mañana, cuando salgo a fotografiar sin rumbo fijo; en días feriados o cuando tengo algo de tiempo libre para visitar lugares específicos; y muchas veces simplemente porque tengo la cámara conmigo todo el tiempo. Unas 30 % de las fotos de los libros fueron tomadas sin planearlo, sólo por estar atento al instante.

Empezaste con rollos. ¿Por qué no incluiste esas fotos en este libro?

Porque cuentan otra historia. Son imágenes con un valor histórico: muchas fueron tomadas hace casi 30 años y algunos de esos lugares ya no existen. Es otro proyecto, que me encantaría desarrollar más adelante.

Entonces tenés pensado hacer más libros…

Esa es la idea. Evidentemente, depende de cómo responde el mercado. Creo que Santa Cruz tiene necesidad de más libros de fotografía y seguro que de otros géneros también. Ese que vos estás comentando ahorita, de fotos más antiguas de Santa Cruz, sería genial y ya podría empezar a trabajar en él.

Fue un trabajo de un año de duración. Meticuloso en todo su proceso.

Parece fácil hacer fotos en blanco y negro, pero creo que no lo es…

No lo es. Como la mayoría de las personas vemos en color, uno tiene que entrenar el ojo para pensar en blanco y negro. Es decir, aprender a ignorar el color y prestar atención únicamente a las tonalidades, a la luz y la sombra. Por ejemplo, entender si un rojo es claro u oscuro, o cómo se traduce un amarillo en escala de grises. Con el tiempo, uno se acostumbra y se vuelve más natural.

¿Hay fotos que simplemente no funcionan en blanco y negro?

Sí, claro. Y más que eso: hay fotos donde el color es parte esencial de la información. Si estás fotografiando un partido de fútbol con camisetas rojas contra verdes, en blanco y negro todo se ve gris. No hay contraste, no hay contexto. En esos casos, el color es indispensable para entender lo que pasa.

¿Alguna foto adulada se quedó fuera de los libros?

Se quedaron afuera unas 400 imágenes que me gustan mucho, incluyendo unas 50 fotos. ¿Sabés? Tengo muchas fotos de perros de la calle.

¿Por qué mostrar Santa Cruz en blanco y negro?

Porque el blanco y negro tiene una cualidad atemporal. Permite ver la ciudad desde otro ángulo, sin distracciones. Además, cuando una ciudad alcanza cierta madurez cultural, es interesante contar su historia con una mirada clásica, enfocándose en lo habitual.

¿El libro ya ha salido fuera del país?

Sí, varios ejemplares han sido comprados por viajeros que lo llevan como recuerdo o como regalo. Aunque es un libro sobre Santa Cruz, su lenguaje visual es universal: cualquiera puede encontrar en sus páginas algo que le parezca simpático, extraño, conmovedor o bien compuesto, incluso sin conocer la ciudad. Pero, idealmente, es un libro para alguien que ha vivido, que vive o que ama Santa Cruz.

¿Y el título? ¿Por qué Poemas escritos con luz?

Fue idea de mi esposa. Por mucho tiempo hablamos de este libro no como una narrativa lineal, sino como una colección de poemas visuales, que juntos transmiten el alma de Santa Cruz. Y como la fotografía es, en esencia, escribir con luz… ella dio con el título perfecto.


Fotos: Wilma Montemuro

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