Entrevista

LUIS ALBERTO GAMARRA: «MIS AMIGOS DICEN QUE SER CANTANTE ES MI SUEÑO FRUSTRADO»

El jefe de la carrera de Comercio Internacional no había sido un gringo que enseñaba inglés en el CBA. Es cruceño, político y deportista, y a sus casi 60 años no tiene intenciones de quedarse quieto.

Quien ve a Luis Alberto Gamarra Landívar en la tele o en la calle, seguro que lo identifica como el director del Centro Boliviano Americano (CBA). Lo era. Llegó a esa institución con 23 años. Desde agosto reciente encabeza la carrera de Comercio Internacional en la universidad estatal cruceña, a la que prometió transformar basado en su experiencia y buenos contactos.

El hombre pasó parte de su infancia en Estados Unidos, vivió en Oruro y La Paz, y buscando vivir mejor en los tiempos tumultuosos que tuvo el país entre 1970 y 1980, Santa Cruz de la Sierra se convirtió en su hogar y en el de su familia. Acá se casó con Lidia Mayser y tuvieron tres hijos.

Con casi 60 años, con una hiperactividad que lo lleva a correr y hacer ciclismo de montaña semanalmente, Gamarra nos deja saber sus planes con el entusiasmo de un niño de kínder. Es una máquina generadora de ideas.

¿Por qué se postuló a la jefatura de Comercio Internacional?
Yo me había jubilado, le cuento. Estoy por cumplir 60 años y como plan de vida había decidido dedicarme solamente a la universidad. Fui docente de la ‘Gabriel’ antes de ser viceministro de Educación, director de Desarrollo Social de la Prefectura, asesor del Ministerio de Educación… Dirigí el CBA durante 27 años y en 2020 me aparté del cargo. Estando en la universidad, me hablaron para formar parte del equipo de la decana que quería repostularse y luego para hacerme cargo de la dirección de la carrera.

¡Y le gustó la idea!
Me interesó porque era una carrera nueva y hay muchos desafíos para transformarla en la más importante de la universidad y que sea un referente en el extranjero. Deseamos que pueda servir a la sociedad con proyectos, investigaciones y formando buenos profesionales. Felizmente tengo relaciones con muchas instituciones, lo que abrirá puertas para pasantías y para el conocimiento de realidades en el campo internacional. Vamos a trabajar con oficinas diplomáticas y con universidades del resto del mundo para que nuestros estudiantes y docentes puedan vincularse y generar experiencia.

¿Cómo fue dejar el CBA después de tantos años?
Amo esa institución, pero sentí que debía dar paso a otras personas. Empecé a trabajar allá como docente, en 1984, cuanto apenas tenía 23 años y estaba en el tercer año de Administración de Empresas. En un momento de esos me nombraron director interino, pero me quedé con el cargo mucho tiempo.

¿Y nadie gritó por eso?
¡Uju! Gritaron los docentes. Eran mis colegas, imagínese. Hubo gente que se preguntó cómo un muchacho de 23 años podía estar de director, pero como la institución era pequeña, alrededor de 10 personas, la crisis pasó.

Muchas personas piensan que postular a un cargo en la U es meterse a la política, ¿usted considera lo mismo?
Yo estoy relacionado a la universidad desde hace unos 40 años. Ingresé a la ‘Gabriel René Moreno’ tras hacer una transferencia de la ‘Católica’ de La Paz, cuando nos vinimos con mi familia a Santa Cruz en la difícil época de la UDP (partido político Unidad Democrática Popular). Mi papá había entrado en crisis como miles de bolivianos, así que tuvimos que venirnos. Y sí, a la par de estudiar hacía carrera política: fui dirigente del Centro Interno de la carrera de Administración de Empresas y después candidato a la FUL, siendo director ejecutivo del CBA. Pero en esos tiempos la política en la universidad era diferente; era bien institucional, académica. La lucha era realmente ideológica.

¿Y era respetuosa?
No. ¡Era lucha! El combate era afuera; adentro había discusiones, acaloradas y todo lo que usted quiera, pero no había prebendalismo, no había manipulación.

¿Qué dijo su familia cuando decidió trabajar en la U después de haberse jubilado?
No la creen (risas). Evidentemente hablé con mi esposa e hijos; están felices porque me ven entusiasmado con el proyecto. Por la pandemia estaba trabajando desde casa en la docencia y veía todo el tiempo a mi hijo de 15 años; entonces él ahora nota mi ausencia porque a veces ni siquiera podemos almorzar en familia. Estoy buscando soluciones para subsanar esa ruptura momentánea, pero ellos saben que siempre he sido muy activo, no estaba quieto.

¿Y cómo se mantiene tan activo?
Combino mucho mis actividades institucionales con la deportiva. De lunes a viernes corro tres veces por semana y los fines de semana hago ciclismo de montaña. Con mis grupos Los Jichis y Los Tibibis vamos a Los Quesos, en Turumatú (zona del Urubó). Está a 20 km de Santa Cruz y sus cientos de caminos, la mayoría de tierra, son de subidas y bajadas, saltos, arenales, barro y agua. ¡Hermoso!

¿Y no le duele nada?
Soy bendecido. Claro, como a cualquier persona mayor a veces me duele algo, pero pasa. Eso también es algo que quiero meter en la carrera de Comercio Internacional, la actividad física como integración entre docentes y estudiantes. Tenemos mucha infraestructura deportiva en la universidad que no se utiliza. Claro, hay campeonatos esporádicos, pero no son parte de un programa. Y no solo podemos hacerlos de fútbol o básquet, sino también de otras disciplinas deportivas.

Usted tiene un hijo artista (Luis Gamarra), ¿de dónde salió?
(Risas) De mi mamá. Y no es chiste; a mi mamá le encanta cantar, pero nunca cantó en público. ¡Tiene una lindísima voz! Yo también canto; mis amigos dicen que ser cantante es mi sueño frustrado. Participé en festivales intercolegiales y en tres de intercomparsas ganamos con los Mosqueteros.

Cuando usted me dice que fue político, deportista y ahora cantante me cuesta creerlo. Lo veía en la tele y pensaba que era un gringo que enseñaba inglés…
(Risas) ¡Esa es la imagen que tengo! Mucha gente creía eso, pero soy de Santa Cruz. Viví en Estados Unidos varios años; de allá volvimos con mi familia en el 72 y yo no hablaba español. Llegué al colegio Angloamericano de Oruro, después me fui al San Calixto de La Paz y por último a La Salle. Ahí ya era el gringo colla (risas).

¿Cuándo quedó pelón?
En el 2000. Siempre tuve poco cabello y desde los 25 años empecé a perderlo. Un día un amigo me animó a tomar la decisión de pelarme. Todos los Gamarra tenemos poco pelo, así que siempre le digo a Luisito (su hijo, el artista) “vas a ser pelón”; pero él dice que no, que será como su abuelo materno. Igual se lo digo, por si acaso (risas).

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