Su objetivo siempre fue trabajar para tener un buen futuro. Viajera empedernida, aventurera de corazón. Su vida es su familia, con la que asegura ser extremadamente feliz.
Cuando Marianela Bozo Reyes habla de Gringuito, una propiedad turística-hotelera que tiene en Cuevas (a 101 km de Santa Cruz de la Sierra), da gracias a Dios por tenerlo. Ese agradecimiento se repite varias veces en esta entrevista realizada en su oficina, donde cada mueble tiene recuerdos de sus viajes por el mundo, fotografías de sus seres queridos, imágenes religiosas, símbolos de la justicia y hasta una colección de carritos metálicos.
Abogada, contadora pública y administradora de empresas, pero ejerciendo con pasión solo las dos primeras profesiones. Asegura haber estudiado por nerd y para tener un buen futuro, su presente actual. «Mi padre era un contador que tenía seis hijos; vivíamos muy cabal. Yo me esforcé mucho para tener lo que tengo ahora; tuve hasta tres trabajos de forma simultánea y no supe de domingos por mucho tiempo. Mi objetivo era trabajar, trabajar y trabajar», indica.
Bozo se casó cuando tenía 18 años y asistió a la universidad hasta el día mismo del parto. Sus estudios los pagó con los trabajos que heredó de su padre. «Nunca me han mantenido; siempre trabajé, incluso sin ser profesional, solo con lo aprendido de mi papá», reconoce. Su matrimonio se acabó con tres hijos de por medio, pero volvió a enamorarse y a contraer nupcias. De esa unión, que duró poco más de una década, nació su cuarto descendiente.
Su tercer enlace se dio hace nueve años, tras la muerte del mayor de sus hijos, Alfredo. En cierto momento consideró que el amor había llegado a su corazón y a su vida gracias a él, en un hecho paranormal. «Vivo con mi esposo que es menor que yo, mi hijo menor (Paulo) y mi nieta de 13 años», cuenta rebosante de alegría. «Soy una mujer extremadamente feliz. He encontrado la felicidad después de haber caído, porque soy un ser humano normal, llena de defectos y también de cualidades».
¿Por qué me recalca que su esposo es menor que usted?
En nuestra sociedad es un poco incompatible ver una mujer mayor con un hombre menor. No estamos acostumbrados a eso; vivimos en una sociedad todavía machista y criticona. A mí hace mucho tiempo me dejó de importar lo que diga la gente incluso de mi forma de vestir. Varios abogados en el Palacio de Justicia me han dicho que soy una mujer excéntrica; pero no me importa lo que piensen de mí. Sin embargo, respeto las opiniones y no intentaré cambiarlas. Con Damián (Núñez) nos conocemos hace 11 años, tenemos una relación magnífica; somos compinches, compañeros de equipo y somos felices.
En su familia, ¿hubo críticas por su matrimonio?
¡Obvio! Mis hijos, ¡todos! Mi hijo Paulo me apoyó; la mujer (Cesia), no; por eso de que las mujeres somos más controvertidas. Ella se enojó muchísimo; me costó que lo acepte. En mi familia, lo mismo y yo supongo que en la de él también hubo personas que no estuvieron de acuerdo con la relación. Pero, ya vencidos todos los dolores, nos estabilizamos.
¿Y por qué le critican su ropa?
¡Hoy día estoy bonita! (Risas) De casualidad estoy bien.
Pero, ¿a qué se refieren cuando dicen que usted es excéntrica?
Porque me pongo cosas que son juveniles; me gusta combinar con mi marido. Un día di una entrevista en la tele usando una polera que decía Barbie en el pecho (risas). Me gusta usar ropa colorida, como un pantalón amarillo con una blusa naranja, por ejemplo. Obviamente, sé que a ciertos acontecimientos debo asistir formal y tengo unos atuendos formalísimos, pero no estoy vestida así todos los días.
Y en esa falta de sobriedad, ¡una montura Cartier!
¡Usted se dio cuenta! A veces combino mi Cartier con un reloj de 10 Bs. Tengo mis gustitos finos, pero generalmente quiero estar sencilla. Uso lentes todo el día, por eso tienen que ser superfinos y tengo más de uno, al igual que gafas.
Y entre esos gustitos, ¿está viajar?
Me faltan pocos países por conocer. ¡Viajo mucho! Mis hobbies son viajar y tomar cerveza (risas). Generalmente lo hago en octubre, porque en las vacaciones colectivas que hay en la oficina a fin de año debo quedarme yo para atender las preguntas o emergencias de los clientes.
¿Repite destinos?
En el viaje que haré (esta entrevista se realizó a fines de octubre) repetiré Estados Unidos, pero será diferente y maravilloso: iremos por tierra con mi esposo y mi nieta hasta Canadá. Me gusta la aventura; estuve en Brasil como jipi con una maleta con dos trapos, subiendo en micros, durmiendo en una terminal y bañándome en una ducha pública.
¿Y por qué? No creo que haya sido por falta de plata…
No, no. Trabajo duro. La plata llega al que trabaja. Lo que pasa es que soy aventurera, no siento miedo. En ese viaje a Brasil éramos tres parejas que hicimos de jipis y queríamos sentirnos así. Son experiencias que cuando perdés el miedo las disfrutás plenamente. Y tengo que decirte que a Dubái fui en la mejor aerolínea.
¿Qué le falta por hacer?
Seguir viajando. A estas alturas de mi vida yo pudiese vivir solamente de Gringuito, pero tengo 24 familias que mantener aquí (las de sus funcionarios). Me comprometí con la vida a seguir trabajando por ellos y, además, tengo clientes de hace más de 20 años y ellos confían en mí.
Su viaje por carretera será muy arriesgado…
La vida es un riesgo constante; ¡todo es un riesgo! Hay que enfrentar los riesgos con fe.
Aparentemente, usted es muy religiosa…
No tengo ninguna religión porque no creo en ninguna. Yo creo en un dios vivo al que siento conmigo y con el que me comunico todos los días; tengo mucha fe y trato de obedecer todos sus preceptos. No creo en nada creado por el hombre, porque pienso que las religiones manipulan al ser humano.
¿Cómo se comunica con Dios?
Oro y medito. Cuando estoy en Samaipata rodeada de naturaleza, en la cascada y en el canto de los pájaros. Me regocija escucharlos porque son creaciones de él. Por eso cuido a los animales, los amo y en el intento de no lastimarlos procuro no consumir carne. Con todo esto no quiero decir que me cierro a los placeres; sí tomo una cervecita, un whisky, disfruto de la vida.
¿Se puede tener fe habiendo perdido a un hijo tan joven?
No creo que mi hijo esté muerto o que no exista; pienso que él se convirtió en energía. A Gringuito, que se fue cuando tenía 26 años, lo siento en su hija, en la música que escuchaba y en las cosas que le gustaban. Él está conmigo siempre.