La autora de la saga Benjamín aprovechó la cuarentena para guiar, educarse y seguir instando a la gente a leer. A sus 70 años, la gestora cultural no para
Antes de la cuarentena, Sarita Mansilla fue una de las conferencistas de un foro que enseñaba a contar historias y ya en el confinamiento, mediante Zoom y con el apoyo de diversas instituciones, llegó a maestros y estudiantes de provincias con videos que motivaban a cuidarse del COVID-19. Y en ese afán por narrar lo que sale de su caudal imaginativo, hasta inventó un cuento que incluyó como material didáctico.
La escritora y gestora cultural no para pese a sus 70 años. De hecho, dice pedirle a Dios que le permita trabajar más. Cuando el Ministerio de Educación clausuró el año escolar, sus labores se multiplicaron. «Y entre hacer y hacer te vas conectando con las instituciones adecuadas para continuar», indica, haciendo alusión a la confianza de la que goza en el medio y que le han servido de empuje para avanzar en sus proyectos. «El hacer te conecta con las energías necesarias».
En 2007, su tobillo accidentado la llevó a escribir. Sarita pertenece a la época de la Santa Cruz de las calles de tierra, con carretones transitando con bueyes de andar perezoso y sin luz eléctrica en los hogares. ¡Tantas historias por contar! Y ella, con un marcado sentido de pertenencia, estaba dispuesta a hacerlo. Recuperándose en su casa, recordó las experiencias de su cuñada Cecilia Kenning en los pueblos chiquitanos. «Ella me contaba todas las maravillas de esas regiones, de los misioneros de hace 300 años, de los niños de Urubichá que nacen con el violín bajo el brazo…», recuerda. Basándose en esos relatos fue que nació Benjamín, el protagonista de seis cuentos que ha publicado con éxito. «Soy amante de la naturaleza y Benjamín es un defensor del medio ambiente».
Sarita Mansilla dice: «No existe un sustituto para el trabajo duro; solo con trabajo duro se sale adelante». Ella, con esfuerzo físico y sacando plata de su bolsillo, visitó todas las ferias de libros del país, solo para incentivar a la lectura. Les leía a los visitantes de sus estands y a los padres les aseguraba que los libros enriquecían el vocabulario de los niños y les hacía volar la imaginación. La saga de Benjamín, un grillo que quiere ser músico, provoca eso, además de enseñar palabras y costumbres de la Chiquitania en un escenario real, la serranía de Sunsás.
La emergencia sanitaria tampoco frenó la publicación de la revista homónima al libro de Sarita. Tienen el mismo objetivo: empujar a los niños a leer y a contar historias. Las sacó virtualmente y espera a que la situación mejore para imprimirlas y repartirlas gratuitamente. Con el servicio de entregas a domicilio Pedidos Ya hizo una alianza para que el material llegue a los hogares junto con la comida. Y es que ella trabaja con responsabilidad, uno de los tres pilares del “toco” (asiento de tres patas) en los que basa su vida: «La responsabilidad hace que la gente se vuelva generosa», dice. Las otras bases son la autenticidad, el ser coherente con lo que se hace, y el ser creativo en cualquiera de las artes. Considera importante también el hecho de no achicarse ante nada y rodearse de gente con el mismo entusiasmo.
Siempre buscando aprender, estar al día con las tecnologías, la señora de la camisa blanca y la sonrisa eterna, aprovechó también la cuarentena para contactarse con instituciones internacionales que apoyen el desarrollo de las personas y creó un movimiento femenino para ayudar a las mujeres a crecer, a empoderarse y a animarlas a ejercer su voto en libertad. Asimismo, estuvo en el grupo de los impulsores de la escultura La Revolución de las Pititas. Era consciente de lo significativo que podía ser esa obra y que, a partir de ella, se podían contar miles de historias de calles, avenidas, barrios, plazas y rotondas. «Hay que contar para inspirar». Y claro que tiene razón.