La crítica de series y películas llega con su primer libro, Las desapariciones. Son nueve cuentos que salieron “a paso de tortuga moribunda”, por el poco apego de la autora a lo público. Si querés leerlo, no esperés la presentación o que ella te lo ofrezca. Buscalo en librerías.
A Mónica Heinrich se la conoce por sus críticas a series y películas en la revista digital Aullidos de la calle (www.aullidosdelacalle.net). Aparte de ser superentretenidas por el lenguaje que la psicóloga cruceña usa en su vida cotidiana, el lector puede morir de risa ante las “palabrotas”, imprescindibles (según este entrevistador) para la óptima comprensión de sus narraciones y, claro está, de sus sentimientos.
Aclaro el panorama: Mónica es psicóloga de profesión, pero ha trabajado como periodista y actualmente es productora de contenidos. En su debut como escritora está huraña, no quiso presentación (ya sabremos por qué). Su libro Las desapariciones (Editorial Heterodoxia) está escrito con la misma forma que como habla, de ahí lo comentado en el párrafo anterior. «He recibido críticas por ese lenguaje coloquial y rústico, por llamarlo educadamente, o de ordinaria, si querés ser menos políticamente correcto», puntualiza.
¿Para qué tipo de lectores es tu libro: para los que gustan de lo coloquial o para los de lenguaje refinado?
Hay personas que como vos disfrutan de cómo escribo y se cagan de risa. Las etiquetas no me fatigan. En mis cuentitos está la forma rústica-coloquial-ordinaria con la que hablo. Segmentar lo que escribo sería injusto, porque uno nunca sabe quién podría conectar con nuestros textos. Y esa es la parte linda de publicar: el puente en el que ocurre la magia entre escritor y lector.
¿Qué tiene Las desapariciones? ¿Algunas experiencias propias o imaginación pura nomás?
Son nueve cuentos a los que no me gusta clasificar para no inducir a la lectura o interpretación. Lo que sí te puedo decir es que este libro no existiría sin haber vivido ciertas experiencias en específico. Es increíble cómo algo de la vida real te puede detonar un texto o una imagen. Son momentos y personajes que te abren la mente y también hacen que te cuestionés muchas cosas, porque mientras más turbia la anécdota, es más duro sumergirte en lo que la está generando.
¿Cómo te animaste a lanzarlo?
Animarme, animarme ha sido un proceso largo y gajudo y metafísico. Soy muy poco apegada a lo público. Y el lanzar un libro involucra, de alguna manera, lo público. Así que tuve que hacerme la idea a paso de tortuga moribunda.
¿Cuánto tiempo te llevó terminarlo?
Hay cuentos de varias etapas de mi vida. Quizás el cuento más antiguo de este libro es de 2014. Lo que no quiere decir que estuve trabajando en este libro desde ese año. En realidad, tengo textos hasta más viejos, pero el armado final de Las desapariciones en sí mismo podríamos decir que empezó en 2020, cuando escribí el cuento que da el título al libro y me dije: “ya estuvo”. Luego mi mañosidad entró en escena para estirar al máximo los tiempos de maqueteado, los tiempos de imprenta, los tiempos de todo… #tortugamoribunda. Y después hubo obstáculos naturales. En un momento que me dije: “¡Pero esto no va a salir nunca!”. Y helo aquí.
¿Tenés otros libros o historias por contar y publicar?
Historias siempre hay. No te olvidés que vivimos en Bolivia, fuente inagotable de ficciones a todo trapo. Y a mí, en particular, me pasan muchas huevadas. Publicar, habrá que ver. Sigo acostumbrándome al protocolo de la publicación, incluso zafando de la presentación o de algunas cosas que pude zafar, no es algo que me entusiasme.
¿Qué temas no tocarías jamás en un libro?
Es que no elijo los temas. Son más una imagen o un texto que me resuena y sigo la senda por la que me lleva; si esa voz es lo suficientemente atractiva para ir detrás de ella, la exploro. No tengo dilemas morales ni vetos a la hora de escribir.
¿Creés que tendrá buena acogida?
No sé. Habrá gente a la que le gustará, otra que lo detestará y otros que ni fu ni fa. No me jode que no guste. Lo raro y preocupante sería que les guste a todos. ¿Te imaginás? Sería como vivir en un metaverso. Así que tendrá la acogida que pueda tener y listo, después se esfumará como el rocío de la mañana entre la maraña de libros que hay en el mercado.
¿Confiás en que la gente compre aunque sea para quedar bien con vos?
Más que por quedar bien, creo que los amigos compran para apoyarte; es su manera de darte cariño, aunque nunca lo abran. Al eliminar la presentación, anulé también esa presión. Yo no lo ofrezco, así que pueden comprarlo en las librerías si realmente desean leerlo.
Es una pregunta clisé, pero: ¿creés que la gente lee libros en estos tiempos?
Sí. Hay más acceso a los libros que antes. Ahora podés leer libros digitalmente y el mundo globalizado hace que compartás tu compulsión lectora con otros como vos. Amo la cantidad de espacios de lectura que se han creado gracias a las redes sociales. Faltan políticas de incentivo, claro, porque el gusto por la lectura se debe construir y alimentar, pero la lectura como tal nunca va a desaparecer.
¿Qué has leído vos últimamente?
Hace unos días terminé Cometierra, de Dolores Reyes, que tenía pendiente desde la pandemia. En estos momentos estoy leyendo Un fantasma en la garganta, de la escritora irlandesa Doireann Ní Ghríofa; lo agarré en Kindle y ando enganchada. Después, tengo ya en lista de espera El color de las ovejas negras, de Cecilia Lanza Lobo, sobre la caída de (Luis) García Meza.
¿Qué no leerías nunca?
Difícil. No sé si hay algo que tajantemente no leería. Quizás lo que menos me gusta es la autoayuda. Sí, un libro de autoayuda sería como para decir “ahorita no, joven”. Aunque tampoco lo descartaría del todo. Ya he resbalado por ahí, solo para ver qué tanto era el escándalo. De vos estoy hablando, Coelho.