Arte

EL ARTE ES LA CONEXIÓN VITAL DE ABECOR Y SHARON, INCLUSO EN PANDEMIA

Él es el caricaturista del diario Página Siete y ella plasma rostros de la cultura afroboliviana. Están juntos desde hace seis años conviviendo como pareja y en Santa Cruz presentaron su primera exposición en comunión.

El nombre Abel Bellido Córdova quizá no le suene a mucha gente, pero si decimos Abecor seguro que un montón de caricaturas viene a la mente. Sí, es el dibujante del diario paceño Página Siete, que con sus creaciones cuenta las noticias de forma diferente, arrancando sonrisas y también broncas. Con su pareja, la también artista Sharon Pérez, expuso en Santa Cruz de la Sierra un conjunto de obras que concitó la atención de los transeúntes del centro comercial Beauty Plaza.

Abecor presentó esculturas hechas en resina, fibra de vidrio y arcilla con la mujer como común denominador de su temática, «en su carácter de luchadora y forjadora», según el artista. A su vez, Sharon trajo pinturas en tiza pastel con metal y madera como soportes en los que mostró rostros del pueblo afroboliviano. La exhibición se denominó Arteria Conexión Vital y fue la primera que realizaron después de seis años de apoyarse en sus proyectos individuales. «Fue una celebración por estar vivos en la pandemia, por continuar sintiendo la arteria que conecta nuestros corazones», cuenta ella emocionada.    

Abel Bellido tiene herencia artística: de pequeño imitaba lo que hacía su padre, un arquitecto y maestro de Artes Plásticas dedicado también a la escultura, pintura e incluso disfraces carnavaleros. Tras concluir la carrera de Arte se dedicó a ilustrar notas en periódicos hasta meterse de lleno en las caricaturas. Su labor reflejando diferentes facetas de la realidad social y política lo ha hecho merecedor del Premio Nacional de Periodismo en tres ocasiones. Pero no es un trabajo fácil: los sentidos de Abecor tienen que estar siempre alertas a lo cotidiano, a la información y no puede contentar a todos con lo que dibuja en su tableta. El pandemónium político y social que vive en Bolivia desde hace tiempo le da material de sobra. «La corrupción del gobierno de Evo Morales, las elecciones presidenciales, el gobierno de transición, las injusticias, el coronavirus… todo es potencialmente noticioso», dice. «Pero siempre hay radicales queriendo callar las protestas y la libertad de expresión, lo que lleva a que sea peligroso hacer caricaturas. Yo hasta he recibido amenazas de muerte, pero entiendo que la crítica es fundamental para la democracia y por eso continúo dibujando».

A la par de su oficio en Página Siete, es director de arte de películas y músico. Su trabajo como muralista puede ser admirado en diversas ciudades y en Sucre, en el Parque Cretácico, hay dinosaurios esculpidos por él. Asimismo, hizo una escultura para la plaza principal de Potosí y candelabros de época para un mall en La Paz. «Tengo la dicha de que me paguen por hacer lo que más me gusta», expresa complacido.

Los inicios de Sharon Pérez son distintos: no veía el arte como una profesión por el estereotipo al que está sometido en nuestro país. «Dicen que no es una profesión, que no se puede vivir haciéndolo, que es un pasatiempo y que hay que estudiar algo de verdad». De hecho, ella estudiaba Electrónica y Comunicaciones. «No dudé en cambiar de carrera. Parece que estaba latente en mí; era como una señal que me llamaba e ignoraba, pero que al final, al crear, se convirtió en mi razón de vida. Ahora no me imagino haciendo otra cosa», asegura.  

En los últimos 12 años solo se ha dedicado al arte y vive de sus ventas. Además, ha participado en proyectos de consultoría de instituciones para trabajos sociales y culturales, siempre en el marco de la cultura afroboliviana de la que es activista. Representó a Bolivia en la exposición mundial Minuegra 2013, en Brasil, y en 2017 fue invitada por el Departamento de Estado de Estados Unidos a participar en el Programa de Liderazgo de Visitantes Internacionales. En 2020 coordinó la Feira Preta Bolivia, del Museo Nacional de Arte.

La pareja se conoció mediante un amigo en común. Cuando Sharon terminó la universidad trabajó con Abel en proyectos de diseño gráfico, haciendo esculturas, escenografías y en la dirección de arte de las películas Averno y Lo peor de los deseos. Esas actividades permitieron que ambos se complementen no solo como artistas y el confinamiento rígido por el Covid-19 hizo lo suyo: ambos contrajeron el virus, por lo que fue un reto salir adelante juntos. Pero supieron lidiar con la enfermedad y produjeron las obras que expusieron en diciembre en la capital cruceña.     

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