Entrevista

ALESSANDRO JIMÉNEZ: «SIENDO MUJER, MI MADRE ME ENSEÑÓ A SER HOMBRE, UN CABALLERO»

El presentador de Que viva la mañana adora viajar. Llegó a la tele gracias al modelaje y ahora está enamorado de ella y de Carolina Calvo, su novia

Es imposible que Alessandro Jiménez pase desapercibido. De hecho, por su 1,88 m de estatura llegó al modelaje y de allí pasó a la televisión; primero a la competencia Bailando por un sueño y después a la versión paceña de la revista Que viva la mañana (ATB).    

Tiene 29 años y es egresado de Comercio Internacional. Se crió como hijo único de su madre y  desde hace poco está de novio de Carolina Calvo. Lo de trabajar como modelo quedó en el pasado.

¿Fue bueno ser modelo?
Mira, yo tenía aprehensión por eso de ser modelo, pero como la paga era buena y el trabajo fácil, acepté. Cuando las solicitudes aumentaron, me di cuenta de que con lo que ganaba podía pagar la universidad y ser más independiente. Incluso pude pagarle a mi mamá una especie de alquiler para no sentirme tan mantenido (risas).

¿Qué te dio el ser modelo, aparte de llegar a la tele?
Trabajar como modelo me ha permitido conocer a mucha gente buena. Obviamente uno conoce de todo, pero me quedo con lo bueno. Gente que ha creído en mi trabajo y que me ha apoyado. Siempre he tratado de trabajar en el marco de la integridad y el profesionalismo, y cuando uno trabaja así le va bien. Fue una experiencia muy linda; lastimosamente la velita del modelaje se apagó.

¿Es Que viva la mañana el programa donde querés estar o apostás por otro formato?
Me encanta Que viva la mañana, un programa de entretenimiento en donde puedo expresarme como soy. Sin embargo, recientemente he empezado a hacer prensa, en La Primera de ATB. Me gusta creer o entender que puedo hacer algo más serio.

Sé que sos muy viajero, ¿en viajar gastás tu plata?
¡Me encanta, me encanta viajar! En 2019 tuve la oportunidad de hacer un viaje soñado: me di un tour por Europa. ¿Sabes? Pertenezco a una familia que no tenía mucho, sino más bien lo justo; entonces hacer ese viaje era el sueño de mi vida. El conocer tantos países y compartir culturas fue hermoso. Me fui a Tomorrowland, un festival de música electrónica en Bélgica al que ansié asistir desde que era joven, ¡fue algo muy grandioso para mí! Es como que ya puedo morir en paz (risas).

Te entusiasma hablar de viajes…
Es lo mejor para cultivar el alma y romper esas barreras que a veces uno se pone mentalmente. Y no hay que viajar fuera del país para lograr eso; acá hay destinos preciosos para conocer. Me encanta todo lo cultural; he ido a los museos más lindos de Europa y he estado en los lugares más emblemáticos. En un futuro me gustaría ir a Asia, a la India, ¡al Taj Mahal! Ya imagino las comidas, las especias… ¡O tal vez a África!

Definitivamente, en eso gastás tu plata…
(Risas) Lo hacía antes de la pandemia. Pero no, tengo un negocio de ropa, una tienda; muy poca gente sabe de eso. Es una inversión. Ahora gasto para cuidar mi salud: compro comida sana. Y como estoy en la tele es necesario comprar outfits. Gasto también comprando cositas que puedo compartir con mi novia y con mi mamá: un vino o embutidos, por ejemplo.

Hablás de tu mamá, ¿y tu papá?
Mi madre es todo para mí. Siendo mujer, ella me enseñó a ser hombre, ¡un caballero! Con ella aprendí a atarme el nudo de la corbata para ir por primera vez a un quince. De niño le decía “mapa” porque ella era mi mamá y mi papá al mismo tiempo. Con mi padre no tuve mucha relación.

¿Cómo vas con tu novia?
Nunca estuve tan bien con alguien, tan consolidado, tan seguro de lo que quiero o no quiero en una relación. La verdad es que ella me suma mucho y siento que yo a ella. Eso es algo bonito porque cuando dos personas se suman mutuamente suceden cosas grandes; es como una empresa, una empresa de amor. 

¿Cómo viviste la cuarentena?
¡Encerrado como todos! Me sirvió para hacerme una instrospección y terminó siendo una catarsis necesaria. Yo vivo solo desde mis 25 años, por lo que la cuarentena también fue buena para darme cuenta de que más importante que tener una casa es tener un hogar, vivas con quien vivas.

¿Qué disfrutás de la vida? Aparte de viajar, obviamente…
Disfruto de cada momento que puedo compartir con mi mamá y de los que puedan surgir en el día a día con los amigos. Me encanta irme a dormir cada noche satisfecho de haber hecho un buen día, que he dado todo de mí en el trabajo o, quizá, de haber ayudado a un compañero. Disfruto de tomarme un vino con mi novia, charlar, reír, desahogarnos…

Decime, ¿te ha perjudicado en algo tu estatura?
(Risas) Aquí en La Paz es un poco complicado ser tan alto. Cuando subo al minibús lo hago junto al chofer y, a veces, cuando ese asiento está ocupado he tenido que pagar doble para ir más cómodo en la parte trasera, sobre todo cuando llevo cosas conmigo. Después de eso, la altura solo me ha dado beneficios. Voy al gimnasio para tener una estructura corporal armoniosa con mi tamaño y a mi pareja le encanta.

Tu vida es muy movida…
No paro, me gusta. Me quedo con una frase de Albert Einstein que dice que la vida es como una bicicleta: hay que pedalear hacia adelante para no perder el equilibrio. Y yo no dejo de pedalear, siempre de forma positiva. Es un imán poderoso ser positivo.

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