La cuarentena no lo frenó en su tarea de dar de comer a los perros callejeros. En los meses de confinamiento ha entregado 397.000 raciones de comida
Cinco años han pasado desde que “Ferchy” Kushner abandonó su exitoso trabajo de mercadotecnia y de organizador de las fiestas más glamurosas de Bolivia. Alguien se cruzó en su vida y la cambió para siempre: “Choco”, un perro al que le dio de comer y que desde entonces se convirtió en su motivación para seguir alimentando a cientos de animales vagabundos. Loco, tronado… le decían y muchos podían apostar que su entusiasmo se esfumaría pronto. La cadena internacional CNN lleva haciéndole dos reportajes y BBC, uno. No es para menos: no cualquiera deja la ropa y los perfumes finos para vestir trajes deportivos y oler a perro.
Junto a dos fundaciones que creó, una en Bolivia y otra en Estados Unidos (Abril & Ariel y Ferchy’s Dogs), lucha por un trato digno a los perros como mascotas, para que sus amos los esterilicen cuando ya no se desee su reproducción y para que la gente adopte perros callejeros en vez de comprarlos, todo esto con la finalidad de que no hayan animalitos sufriendo o en peligro en las calles. Asimismo, con las autoridades de Gobierno, promueve leyes que los defiendan y con una empresa de cerámica recauda dinero para la construcción en La Paz del primer santuario para coluditos ancianos y enfermos.
Asegura que “Choco” le mostró el momento indicado para cambiar de vida y para retribuir todo lo que le había dado el universo. «Gracias a él hice un click para ser más feliz», dice y, gracias a él, este “samaritano de los perros” no ha parado un solo día en su labor. Pero, ¿qué hace “Ferchy” cuando no está alimentando a los perros? «Mi vida está en torno a recoger comida, en dar comida, en ayudar a los perritos en situación de calle y a pensar en qué hacer para conseguir todo lo anteriormente dicho. Además, con el equipo de mis fundaciones veo los artes que se pueden hacer para concienciar a la gente a esterilizar y a adoptar. Lo cierto es que no tengo domingos ni feriados porque los perritos tienen que comer todos los días del año».
Sí, si bien su labor con mayor visibilidad le toma horas de la tarde y la noche, él está en pie a las seis de la mañana hacer yoga, desayunar, visitar albergues y refugios de los que es voluntarios, buscar apoyo de empresas… Muchas veces no almuerza o lo hace a rajatablas, solo por insistencia de su madre. Ya en la calle, cuando está más relajado, puede comer algo. «No soy de comer precisamente en restaurantes; lo puedo hacer en pensiones y en ‘agachaos’, como las de Santa Cruz, donde me encanta servirme rapi. En cierta época intenté ser vegetariano, pero no resultó porque mi cuerpo no está acostumbrado a ello y por más que haya alimentos que suplan las carnes, el cuerpo se puede desbalancear. Lo dejé porque necesito estar bien fuerte y con energías para poder seguir con mi trabajo».
La cuarentena por el coronavirus no lo detuvo, aunque los restaurantes que le proporcionaban restos de comida hayan cerrado. Desde que comenzó el confinamiento a mediados de marzo de este año, “Ferchy” anduvo a pie y en su minibús el equivalente a 22.000 km. Por sus gestiones, se esterilizó a más de un centenar de perritos y ha entregado más de 397.000 raciones de comida. El crudo invierno del altiplano lo llevó a recorrer carreteras donde existen perros deambulando; a ellos les puso abrigos y los alimentó.
Para el hombre que estaba acostumbrado al jet-set de Buenos Aires, San Pablo, París y Roma, su mundo ahora es otro. «No, extrañar todo eso, no. Pero sí agradezco lo vivido y las amistades que aún están allí. Me siguen llegando invitaciones a eventos, bodas y fiestas a las que deseara asistir, pero creo que todo tiene su tiempo en la vida y el mío ahora es otro. Lo que sí extraño es a ciertos amigos con las que quisiera ir a tomarme un café o a almorzar, y quedarme tres o cuatro horas charlando», expresa. «Ahora estoy acostumbrado salir a dar de comer a los perros, sentarme con ellos, charlarles y recibir sus lamidas de agradecimiento».
Se merece unas vacaciones, él lo sabe y las desea. Pero “Ferchy” Kushner es consciente de que si se toma un descanso sus “hijos” no tendrán qué comer. Mientras tanto las sueña, no sabe con quién iría de viaje. «Seguramente un día aparecerá alguien con quien comparta mi vida, algún amor que podré tener: alguien que ame a los animales y que tenga como yo esa conexión con ellos. Por el momento pienso que vacacionaría con mi madre o quizá solo».