Personajes

WALDO PAPU, EL LUTIER DEL FESTIVAL DE MÚSICA “MISIONES DE CHIQUITOS”

Su equipo lo conforman un técnico de Urubichá, otro de Santa Cruz de la Sierra y un francés venido de Brasil. Juntos reparan y afinan los instrumentos en un salón de la capilla Los Huérfanos. 

Waldo Papu Aeguazu comanda un equipo de cuatro expertos en la reparación y afinación de instrumentos antiguos. El hombre, oriundo de Urubichá, lleva 20 años trabajando previo y durante el Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana “Misiones de Chiquitos”, que en cada versión lo convoca en Santa Cruz de la Sierra. 

Gracias a la Asociación Pro Arte y Cultura (APAC), institución organizadora del encuentro, entre 2005 y 2006 Papu tomó un curso de lutería con el afamado brasileño constructor y reparador de clavecines William Takahashi, en San Pablo. A partir de allí, cada fin de año acude donde su maestro para trabajar con él en su taller de Sapopemba. 

Con Papu trabaja su coterráneo Roberto Toba, el cruceño Javier Dávalos y el francés residente en Brasil Corentin Charlot. Comenzaron hace unos días en un salón de la capilla Los Huérfanos, cambiando las piezas de seis clavecines; luego tocará el turno de cuatro órganos. Los instrumentos sólo salen de allí para los conciertos en los que son requeridos, donde los lutieres estarán prestos a calibrarlos. “El clima puede variar sus sonidos; el calor, el frío o la humedad influyen en ellos”, puntualizó Papu. 

Pese a que los clavecines y órganos de APAC no son de la época misional, son piezas muy delicadas. La mayoría de ellos fueron fabricados a inicios del siglo pasado en Alemania y Argentina; dos fueron adquiridos en Santa Cruz y se desconoce su origen. “Con los años de experiencia, sabemos si no están sonando bien; además, los profesionales también nos pueden llamar al percibir alguna falla”, dijo. 

Waldo Papu no sólo es lutier. Desde hace tres meses también es rector del Instituto de Formación Artística “Coro y Orquesta Urubichá”, del que fue alumno y docente en distintas épocas. Sabiendo tocar violín desde sus 12 años, en ese centro aprendió a sacarle melodías al órgano, instrumento que lo apasiona. Curiosamente, al tener en 2023 la oportunidad de elegir el lugar para trabajar, se decidió por Santa Ana de Velasco al tener un órgano de la época misional. En esa localidad fue maestro de 5to de Primaria en una escuela. 

De una u otra manera, su vida siempre ha estado ligada a la música. “Es mi esencia”, afirmó y, por lo que contó, la condición la heredaron sus siete hijos: todos tocan violín y órgano, y el mayor, que cursa el cuarto año de odontología en una universidad cruceña, es pianista. Los menores integran la Orquesta Paz y Bien en San Ignacio de Velasco, donde viven con su mamá. Él no puede estar más orgulloso de ellos. 


FOTOS: LEONARDO SOUZA / SOUZAINFANTAS
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