La fotógrafa cochabambina, fascinada con las polleras, trenzas y encajes, consiguió una colección de retratos que ya expuso en una galería de arte. Ahora sus imágenes se lucen en una línea de ropa
Durante un año, Kelly Ledezma acudió a un estudio fotográfico cercano a su casa por el mercado La Ramada, en Santa Cruz. Lo hizo con rigurosidad cada domingo, de dos de la tarde a ocho de la noche. ¿Su objetivo? Retratar con su propia cámara a los jóvenes que había visto juntarse en el lugar usando las vestimentas típicas de sus lugares de origen, la mayoría de Sucre. «Vengo de una familia cochabambina, donde la cultura de la pollera, trenzas y encajes siempre estuvo presente», cuenta. «Mis abuelitas las han usado y yo he crecido rodeada de mujeres con polleras».
Con ese entusiasmo y el plan de reunir imágenes de esa subcultura cruceña, la fotógrafa capturó rostros, vestuarios, volúmenes, texturas y un mar de colores. Pocos le confiaron sus nombres y edades –ella calcula que tenían entre 16 y 20 años–, pero con todos se presentó, les contó sobre su proyecto y se integró a sus grupos de Whatsapp donde les compartió las fotos tomadas. Posaron para su lente con la sencillez y simplicidad de sus vidas: ellas dedicadas a las tareas domésticos y ellos a la albañilería. «No solo fue sacar fotos e irme; quería conocerlos», indica.
En septiembre del año pasado, Kelly Ledezma presentó en la galería Kiosco su colección fotográfica. La llamó Marías y Marios.
¿Por qué Marías y Marios?
La persona encargada del foto-estudio llamaba así a las chicas que iban a fotografiarse, según ella todas tenían el mismo nombre. Por supuesto, no era verdad; solo que al solicitar las fotos, ellas preferían no identificarse. Conmigo pasó lo mismo, pocos lo hicieron y no quise insistir porque no quería perder la confianza ganada; ya charlaba con ellos y hasta me contaban cómo les iba en sus trabajos, cómo los trataba la gente. Así que Marías y Marios trata de reflejar una nueva identidad cultural, donde los protagonistas mezclan sus raíces indígenas con el proceso de adaptación de sus tradiciones y forma de vestir a un nuevo contexto social.
¿A cuántas personas lograste fotografiar?
Al tomarme tanto tiempo, fueron entre 50 y 70 personas. Nunca pensé que el proyecto fuera tan grande. La idea surgió como una especie de terapia para salir de mi casa: en esos días me habían asaltado y el ladrón me golpeó muy fuerte, me dejó la cara destrozada. Así que iba al foto-estudio con sombrero.
¿Te costó que te den permiso para retratarlos?
Reconozco que al principio me costó ganar la confianza de muchos, pero al final conseguí que se soltaran, ahora incluso mantenemos una amistad con alguna de las chicas. Me involucré en todos los aspectos para realmente conocer su situación, buscando un retrato más íntimo, no tan distante. Ellos posaron para mí luego de hacerse sus retratos en el foto-estudio y después hasta fuimos juntos a varios conciertos de cumbia chicha.
La marca de ropa Papingo Maminga lanzó una colección de poleras con tus fotos estampadas, ¿cómo surge eso?
Con los chicos de Papingo Maminga tenemos una amistad de hace muchos años. Ellos me comentaron que tenían un proyecto para apoyar al arte: sacar poleras en colaboración con artistas nacionales. Por la cercanía me invitaron ser la primera. Pero más que una colección de ropa son piezas limitadas. La idea no es lucrar con ellas, sino dar a conocer su trabajo. Me pareció una buena idea, ya que ellos tienen una plataforma fuerte y un alcance amplio en redes.
¿Qué otras actividades tenés pensadas realizar con las Marías y Marios?
Aparte de los retratos, tengo fotografías no publicadas aún; son parte del libro “24 horas Santa Cruz”, donde varios fotógrafos muestran cómo es esta ciudad en cada hora. A mí me toca las tres de la tarde y las once de la noche; para la primera fotografié a unos menonitas y en la segunda, a las Marías y Marios fiesteando. Al mismo tiempo, vengo desarrollando un proyecto documental sobre el mismo tema; tomar las fotografías me sirvió mucho como base de investigación.
¿Qué otra pasión artística tenés?
Estudié Cinematografía en la escuela ECA de La Paz y trabajé en el medio cinematográfico un par de años en el área de vestuario, antes de dedicarme por completo a la fotografía.
¿Y de cómo nació eso en vos?
Desde muy pequeña siempre me llamó la atención la fotografía. Mis primeras experiencias tomando fotos fue con una cámara de rollo automática que mi papá tenía. Luego mi curiosidad me llevó a tomar varios cursos y a formarme más como fotógrafa. Sigo aprendiendo día a día.