Es kolla con orgullo. Desde el norte argentino, muy cerquita de Bolivia, sus creaciones con pinturas y softwares van a parar a diversos puntos del planeta
A Sergio Daniel González no lo identifica una república, esa forma de estado que, según él, fue creada a partir de intereses criollos con sangre india. Dice ser kolla, sí, del Kollasuyo, esa extensa región que abarcó parte del territorio de lo que hoy son Perú, Bolivia, Chile y Argentina. En este último país nació, en el pueblo de Humahuaca (Jujuy), donde actualmente reside.
Dibuja y pinta desde niño. «Las paredes de la casa de mi abuela paterna guardan mis garabatos, una especie de petroglifos de mi vida infantil», dice este artista plástico y profesor de Educación Física en dos colegios ubicados a 4.000 m s.n.m. «Pintar era como una necesidad de expresar, de decir algo y de dejar un recuerdo para la posteridad, aún lo siento así».
Por lo visto, usted tiene muchos recuerdos de su infancia… ¿Hubo o hay otros artistas en su familia?
Mi infancia fue maravillosa, con mucha alegría. El artista fue mi padre, maestro rural, quien con paciencia supo darme las primeras herramientas para dibujar y pintar. En mi casa nunca faltaron los lápices de colores.
Y en sus obras abundan los colores…
Los colores representan el contexto de mi tierra, de mi sentir y de mi cultura. Nuestra vida tiene colores, son estos los que intento representar en cada obra que voy creando.
¿Qué técnicas usa?
Tengo la dicha de poder emplear varias herramientas para mis creaciones o ilustraciones. Puedo dibujar con crayones, pintar con acuarelas, acrílicos, óleos, etc., pero también puedo usar softwares dedicados a la ilustración o apps en los celulares. No estudié Arte y por allí me es complicado poder definir que estilo o técnica uso. Tengo la facilidad de expresarme usando cualquier herramienta: un pedazo de carbón, una pintura en aerosol, un pomo de tempera, una piedra, el barro… Nuestra sangre misma sirve para hacer arte.
¿Hay algo recurrente en sus obras? ¿Quizás el sol?
El sol y la luna están presentes en la mayoría de mis obras. Son como los ojos de un ser superior que contemplan la vida en esta tierra. Si observamos atentamente el sol o la luna en mis obras, nos daremos cuentan que ambos conforman parte de un ojo que todo lo ve, serían los ojos de la Pacha.
¿Por eso su marca es Ser Jatun Inti?
Jatun en quechua significa “grande”, Inti es “sol” y Ser sería como la abreviación de Sergio; pero, además, la palabra Ser involucra un significado profundo de identidad, el “quién soy”. Podríamos interpretar mi nombre, por elección, como “Ser un gran sol”.
Veo en su cuenta de Facebook que también tiene ropa y barbijos con su arte, ¿cuándo diversificó su obra?
En mi época de estudiante universitario pintaba remeras de algodón para mis familiares y amigos. Hace unos años surgió la idea de plasmar mis obras en prendas sublimadas y es allí que con un amigo inicié este proyecto. Cuando empezó la pandemia, muchos se sumergieron en el mundo de la creación de mascarillas, yo no quería competir con nadie y realmente no me interesaba, pero pasó lo siguiente: la gente vio en las redes sociales unas mascarillas que hicieron unos hermanos ecuatorianos en EEUU con mis ilustraciones, así que me las solicitaban pensando que yo las vendía. Entonces me dije: “Vamos a ver qué pasa”, y aquí estoy entre lienzos y diseños de mascarillas. Fueron un éxito.
Con eso su arte llega incluso a los jóvenes…
Considero que el arte con identidad debe estar presente en nuestros jóvenes a través de prendas contemporáneas, es una forma de revolución.
Por lo visto, lo que hace tiene buena aceptación…
Siento una gran satisfacción por el interés que las personas le han dado a mis obras; es realmente grato saber que a muchas las moviliza y las transporta a mi mundo andino. Nunca pensé que alguien pagaría por ellas, incluso pensé que si estudiaba Arte iba a ser un artista pobre y que quizás con el tiempo alguien llegaría a valorarlo; creo que me equivoqué, hoy tengo muchos encargos nacionales e internacionales. Por la época, se complica el envío, pero estoy averiguando como hacerlo con seguridad.
¿Vende todo lo que produce?
Cuando era niño no quería vender ni regalar nada, mis obras eran “mis obras”. En ellas estaba mi mundo, mi esfuerzo… Era yo un completo celoso de lo que hacía. Con el transcurrir de los años fui entendiendo que podía desprenderme de ellas y venderlas a personas que las cuidarían, quizás, mejor que yo. No tengo obras en casa, salvo algunas en proceso; la mayoría son encargos y apenas las termino viajan a manos de sus adquirientes.
¿Alguien heredó su talento?
Tengo dos maravillosas hijas: Suyay Phajsi Azul (Luna azul de la esperanza, de 14 años) y Sisa Jan Inakt´iri Thayari (Flor inquieta en el viento fresco, de 12). Ellas están orgullosas de mi arte y son mis promotoras principales; también gustan de pintar y dibujar, aman nuestra cultura. Seguramente de a poco irán definiendo sus destinos; no quiero imponerles nada, solo darles todos los caminos posibles para que sean felices.
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