La odontóloga que no quiso quedarse con un título profesional y se preparó para tener su propia clínica ahora planea un cambio en su vida. Es multioficios y cada viaje que realiza tiene más de un propósito, aparte de capacitarse en lo que la apasiona. Tiene 32 años y su trabajo puede dejar boquiabierta a cualquiera; literalmente.
Tengo una cita con Fabiola Quiroz; urge que me quite los cachetes, además de revisarme los dientes. Sí, ella es una odontóloga especialista en armonización facial. Sé que no hace milagros, pero estoy seguro de que sus tratamientos podrán lograr algún cambio favorecedor. También tiene una especialidad en implantología oral, pero la verdad es que no creo necesitar de ese servicio (¡por suerte!).
Con 32 años, Fabiola es multioficios y siempre lo fue. Al terminar su carrera de inmediato se puso a trabajar para conseguir su principal objetivo: ser una profesional competitiva, con especialidades y clínica propia. En ese afán ha hecho cursos en Río de Janeiro, Belo Horizonte, Miami, Barcelona y Nueva York. Hace poco estuvo en Dubái, por un curso de actualización sobre labio leporino y paladar hendido.
O sea que ahora los odontólogos pueden dedicarse a algo más que los dientes…
Sí, ya no nos limitamos solo a la boca. Particularmente, yo veo todo lo referente a rostro, cabeza, cuello e incluso pecho. Con el tiempo y estudios de especialización, hemos tenido una enorme evolución; ahora podemos hacer las mismas cirugías que hace un plástico, como bichectomía, ‘lipo’ de papada, reducción de cachetes, rinomodelación y levantamiento de cejas con lifting de rostro con hilos, tensores, ácido hialurónico y bótox. También hacemos aumento de mentón, perfilado mandibular, pegado de orejas cuando están bien abiertas y tratamientos contra manchas y acné, y contra la caída del cabello.
¡Es todo lo que necesito! Bueno, contra el acné ya nada… Decime, ¿es verdad que los hombres buscan estos tratamientos tanto como las mujeres?
Tengo pacientes de toda edad y entre ellos hombres jóvenes que quieren hacerse perfilado mandibular y otros que necesitan rinomodelación. Los de entre 25 y 30 años, a los que ya les están apareciendo las patitas de gallo, van al consultorio en busca de lifting con bótox. También tengo gente de 40, 50 y 60 años que quieren tratamientos de lifting más profundos, con hilos. Como ves, son hombres de diferentes edades con tratamientos totalmente diferentes. Y, claro, las mujeres buscan lo mismo.
¿En todo tipo de cara se puede hacer esos tratamientos, hasta en los “cara de chama” como yo?
(Risas) Sí, solo hay que hacer un diagnóstico y ver las opciones.
¿Y tus pacientes se dejan asesorar o piden ser complacidos con lo que ellos piden?
Cada resultado que se ve de mi trabajo es por el gusto de la gente que va a mi consultorio; porque yo no puedo hacer algo que a mí me gusta y al paciente no. Yo sugiero, pero definitivamente es el paciente el que decide.
Hablando de trabajo, ¿cuál es el primero de tu curriculum?
Me gradué en 2012. Ejercí desde ese momento; mi perspectiva no era quedarme como odontóloga general. En un congreso internacional de odontología que se hizo acá, tuve la oportunidad de ver una cirugía en vivo del doctor Darwin Justiniano; cuando solicitaron voluntarios para colaborarle, yo me ofrecí para serlo. Después tuve la osadía de ofrecerme para trabajar gratis con él; le dije que me gustaba la implantología, que quería hacer cirugías y que me gustaría aprender. Me aceptó, pero no trabajando gratis; con él aprendí y gané sueldo para pagar mis futuros estudios. Fue una gran escuela trabajar a su lado durante tres años. Recibí sus consejos como profesional y como empresario, porque incluso me indicó cómo administrar un consultorio.
Consultorio que ahora es una clínica…
Sí, pero en un principio era un espacio con un sillón y una máquina de rayos X, lo básico; lo monté con el apoyo de mis padres. Luego comenzó a gustarme la estética facial y en Río hice la especialidad, y sumé cursos presenciales y a distancia. Mi espacio creció hasta convertirse en clínica, se llama Pro Dental; tengo mi propia sala de esterilización y tres consultorios en los que trabajan colegas que se dedican a la ortodoncia y niños. Yo me dedico netamente al tema de estética dental, es decir, a todo lo que son prótesis, carillas, blanqueamiento. Asimismo, hago estética facial respecto a rejuvenecimiento, labios, narices… Me encanta que la gente salga feliz de la clínica.
Cuando es necesario, ¿hacés cirugías?
No. La remodelación del rostro es con ácido hialurónico y con otros productos a base de hidroxiapatita de calcio; con ellos doy forma a la mandíbula para que quede más cuadradita, algo muy requerido porque le da una estilización bien bonita al rostro.
Eso del ácido hialurónico se escucha mucho ahora, pero, ¿acaso antes no existía?
Existía. Pero hay gente que llega a mi consultorio y me dice que hace 15 años se lo hicieron colocar en alguna parte del cuerpo y resulta que ya no les gusta y no pueden hacerlo desaparecer. Entonces les digo que eso no es ácido hialurónico, porque si lo fuera se le hubiese reabsorbido. El ácido hialurónico tiene esa particularidad y además se lo puede retirar sin cirugía, solo con unas inyecciones, y todo queda como antes. Yo no trabajo con cosas que no sean reabsorbibles por el cuerpo; los productos definitivos no sirven.
Lo que pasa es que hay médicos que le meten nomás…
Exactamente. Hay que estudiar el tratamiento; no colocarlo por colocar. Por otro lado, hay que ver las posibles reacciones a determinados productos y cómo tratarlas si se dieran.
Leí en Google el concepto de implantología oral, decímelo vos palabras menos traumáticas…
La implantología oral es devolver un diente en la cavidad bucal. Con todos los recursos de los que disponemos los odontólogos hoy en día, eso ya no es como era antes.
Has viajado mucho por tus cursos, ¿aprovechás para pasear?
Debo decir que a todo viaje que hago le saco provecho; yo no viajo por viajar. Me gusta fatigarme (risas). Los cursos me dan la oportunidad de conocer los nuevos tratamientos y el punto de vista del profesional extranjero sobre la profesión. Las mejores técnicas, desde mi punto de vista, las aplico en mi consultorio. Entonces, si voy a un curso, conozco el lugar, la cultura que me ofrece e incluso traigo productos y los vendo acá entre mis clientes.
¿Qué hiciste durante la cuarentena por el covid?
Me dediqué a hacer ejercicios y aprendí a compartir más tiempo con mi familia. Por el trabajo no estoy mucho tiempo en casa, así que conversé más con mis padres, discutimos sobre diversos temas y programamos viajes y otras actividades. Ese apego para nosotros fue de gran valor. Además, compartía memes y hacía tiktoks.
¡Encima sos tiktokera!
A mí me gusta; me digan lo que me digan. Lo veo como chiste, y cuando son cosas de mi trabajo, le pongo música de fondo, muestro el antes y el después, para que la gente se entretenga viendo lo que hago.
O sea que mostrás gente con la boca abierta…
Si el paciente me autoriza, sí. No solo dientes, sino los cambios faciales que pudiera haber trabajado en él.
Cumplida tu meta profesional, ¿qué viene en tu vida? ¿Un hijo?
Vendrán cambios, con mi novio estamos pensando en eso.
Pero ahora estás viviendo con tus padres…
Soy muy penosa de mis padres. Vivo con ellos porque quiero, porque tengo mi departamento y podría estar viviendo allí. Pero la situación cambiará.
Una consulta más: en la rinoplastia, ¿de verdad no tocan hueso?
No, porque lo que hago es rinomodelación, no rinoplastia. Y, como te dije, utilizo ácido hialurónico. Trabajo con la misma piel del paciente, la modelo y así puedo respingar la nariz. Por otro lado, también puedo quitar las gibas, esas bolitas que algunas personas tienen sobre la nariz, y tratar el problema de las narices cuyas puntas se caen cuando se ríe. Hay tantos problemas que se pueden solucionar en cuestión de 20 minutos y sin dolor.
¿O sea que los “narices de codo” están salvados con vos?
¡Del otro lado! (Risas).
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