Este es un repaso a la vida de una mujer que le sonríe al mundo. La ejecutiva de Megalabs fue actriz y presentadora de televisión. Quiere que sus hijos se críen con valores y deja claro que está enamorada patas y todo.
De la televisión a ejecutiva comercial de una multinacional, pero siempre con el bichito de la actuación pegado a ella. Krishna Suárez Pinto, a quien muchos conocimos más por su trabajo en Belcorp, guarda buenos recuerdos de su época de actriz y no deja de imaginarse un día en la pantalla grande. Pero, con tantas cosas que hacer en su vida profesional, además de ver a sus hijos, atender a su marido y cuidar a la señora que la ayuda en casa (¡no la quiere perder por nada del mundo!), la posibilidad parece lejana.
Tras 10 años en la firma peruana expandida en todo Latinoamérica, ahora se encarga de manejar la línea Beauty de Megalabs, un laboratorio que importa productos y medicamentos de diversos lugares del mundo y que tiene como sede Uruguay. Aunque no es una mujer que se desespera por estar siempre maquillada, confiesa que está enamorada de los cosméticos que promociona. «Además de maquillarte, cuidan de la piel de tu rostro», asegura.
Confiesa que la pandemia la alejó de Belcorp, que prescindió de un equipo valiosísimo de funcionarios y que tras cerrársele algunas puertas se le abrieron otras. Y ahí está, batallándola porque es consciente de que le tocó un momento donde la cosmética no es primordial en la vida, como tampoco lo son los apellidos ni la plata misma.
¿Extrañás Belcorp?
Creo que más extraño lo que hacía en Belcorp y a la gente que me acompañaba. Tuve un director general fabuloso llamado José Luis Coloma y una directora de ventas, Roxana Antelo, de la que aprendí muchísimas cosas. Gracias a mi trabajo conocí a grandes personalidades e hice trabajos muy importantes. En la pandemia salimos la mayoría de las personas que estábamos en altos cargos. Y bueno, ahí me di cuenta que si no haya salido, quizá ya no me estaría gustando Belcorp porque cambió muchísimo, y su esencia, su belleza de gente y las cosas que estas hacían, ya no se hacen más. La gente valiosa también salió.
Tenés una relación muy estrecha con los cosméticos, ¿te gustan tanto o es solo por trabajo?
¡Nunca imaginé que pase eso! Me gustan, pero no te voy a decir que son mi pasión. No soy una persona que se maquille a diario. Aprendo muchísimo de la cosmética y ahora creo que la dermocosmética me encanta. Jamás imaginé que un solo producto te pueda maquillar, proteger del sol y ayudarte con las arrugas o con el acné. Es gracioso, porque en casa de herrero el cuchillo es de palo; mi esposo tiene una peluquería y podría estar todo el día peinada y maquillada como modelo, pero no. Voy solo una vez a la semana a la peluquería y a veces no. El poco tiempo que tengo libre trato de dedicárselo a mis niños, de darles calidad ya que no puedo darles cantidad.
¿Cómo has visto la evolución de la industria del maquillaje desde tu campo de acción?
Ha mejorado muchísimo y va evolucionando. Yo creo que el futuro del maquillaje es ese, el que yo estoy promocionando ahora: que todo el maquillaje que se use no solo haga que la mujer se vea bella, sino que también la ayude a proteger su piel de la polución, contaminación y de los efectos del sol. Va por el camino de lo saludable.
Cambiemos de tema. ¿Qué recuerdos tenés de tu paso por la televisión?
Mi paso por la televisión fue muy rápido. Rápido, divertido y muy valioso. Antes de estar en la televisión yo hice teatro y fue una de las cosas que a mí más me apasionaba. Siempre siempre quise actuar. Hasta el día de hoy pienso en la posibilidad que pueda tener para actuar en alguna película. Y la televisión surgió por la actuación. Fue una época en la que conocí a muchas personas que hoy en día son importantes. Trabajé con Pablo Fernández, Juan María Nougues, Andrés Barba… Luego se me dio la oportunidad de incorporarme en el área de comercial y marketing del canal, y tuve que elegir entre eso y estar de presentadora, porque era imposible hacer ambas cosas a la vez. En algún momento sentí que no tenía vida social como cualquier chica de mi edad; salí del colegio joven y ya era profesional a los 21 años; y de ahí a trabajar todos los días. La verdad que era hermoso, pero muy sacrificado.
Pero seguro que te pagaban bien…
Lamentablemente, Bolivia es un país donde el ser imagen televisiva no es tan bien pagado. Ahora creo que es mejor, pero sigue teniendo mejor salario un ejecutivo que un presentador. Y encima como presentador te revientan y estás muy expuesto; creo que eso fue una de las cosas que no me gustaron. Ya había tenido mi momento de exposición en la época de “No somos ángeles” y odiaba salir de un boliche y que me pongan una cámara en la cara, tratando de saber todo de mi vida privada.
¿Volverías a la tele?
Depende de la propuesta. Tendría que ser por algo que me guste mucho y que no me quite tiempo familiar. No tendría que ser un programa como los que tenemos ahora: morbosos, siempre queriendo mostrar a la mujer como un objeto; porque si no está apretada y mostrando algo, no sirve. Yo creo que mi estilo es otro y por ahí es aburrido en esta época (risas).
¿Alguna vez la extrañás?
Siendo parte del equipo de una empresa, he estado muy cerca de la televisión, porque he estado en lanzamientos, en eventos y con artistas… Claro que solamente dando entrevistas, y creo que hasta ahí estuvo bueno. Ya me senté en un escritorio y empecé a crear, a dirigir y ahí me quedo. Es hermosa la televisión; cuando me encienden una cámara, siento que estoy en lo mío, que cambio, que soy más feliz, que soy yo. Me divierto muchísimo.
Coincidentemente, en dos ocasiones que he chateado con vos, estás de vacaciones en Magdalena (población beniana) con tus hijos. ¿Cuán importante es llevar a tus hijos a tu pueblo, pudiendo irte con ellos a otros lugares que están de moda?
Mis hijos (Salvador y Franco) van al campo, a Disney, a Samaipata, a las playas de Miami, a los Mangales, a Magdalena… ¿Por qué eso es importante eso para mí? Porque quiero que sientan el amor de mi abuela, que conozcan la cultura del pueblo y aprendan la humildad de la gente. Yo no nací allá, pero sí mi mamá y gran parte de mi familia está allá, ¡somos itonamas! Soy cruceña, viví cinco años en Trinidad y todas mis vacaciones las pasé en Magdalena. Amo que mis hijos sepan que hay agua en botella y que hay un lugar donde se la puede tomar directamente de una tinaja. Amo que mis hijos no estén prendidos del playstation jugando con desconocidos y que allá puedan ir a tocarle la puerta al vecino y pedirle que les enseñen a jugar con bolillas, ir a la plaza, a andar en bici, a jugar a la mancha…. Quiero que mis hijos sean amigos del que vacaciona en Camboriú y también del niño que con un palito pesca en el río del pueblo. Quiero que valoren las cosas de la vida. En Magdalena el tiempo se detiene y lo hace para que uno lo disfrute.
¿Cómo conociste a tu esposo (Ezequiel Ameri)?
En el cumpleaños de un amigo en común. Yo estaba en otra relación, pero cuando lo vi quedé encantada con él. Me acuerdo de hasta cómo estaba vestido: con un pantalón beis, una camisa celeste y una chompita, que los argentinos llaman pulóver, amarradita al cuello. Dije: “¡Dios, qué hombre más bello!” (risas). Ahí me comentaron que era estilista y entonces pensé que al tener esa profesión jamás iba a haber algo entre nosotros, por eso de que siempre tildan a los peluqueros de gais. Ahí no pasó nada, solo lo conocí.
Estuviste casada antes…
Sí, después de haber conocido a mi esposo actual. Me casé de 21 años y me divorcié de 25. No sé por qué lo hice, creo que por huir de mi casa. Era muy inmadura. Luego comencé a viajar, a salir, a conocer gente y ahí fue cuando volví a encontrar a Ezequiel. Él también estaba soltero, saliendo de una relación un poco complicada, entonces empezamos a salir.
¿Alguna vez alguien te cuestionó por andar con un “peluquero»?
No una, ¡cientos de veces! Incluso tuve miedo al presentárselo a mi papá, que es supermachista. Imaginate, ¡beniano y ganadero! Sin embargo, no tuvo mucho drama con eso; capaz que lo pensó, pero a mí no me dijo nada al respecto; solo me pidió que piense bien lo que estaba haciendo, porque estaba saliendo de una relación que me había lastimado mucho. Hubo amigos que no nos dieron ni un mes juntos (risas), porque sabían que Ezequiel salía con una y otra chica. Pero a mí no me interesó nada de lo que me dijeron. En una sociedad tan cuadrada como la de Santa Cruz y más aún la del Beni, era pecado capital estar con una persona como él.
Te enamoraste hasta las patas…
Por completo. Yo sabía que no tenía que buscar a alguien por lo que tenía, sino por lo que era. Antes me había casado con un chico que tenía apellido, que era de Santa Cruz, que tenía comparsa… ¿Y sabés qué? Fue un blef; un camba que me la hizo y me dañó muchísimo… Yo necesitaba a alguien que me ame y me respete, y ahora lo tengo a mi lado. Es un tipazo, es excepcional. Dicen que no hay que hablar tan bien del marido, porque puede haber mujeres al acecho (risas); pero sé quién es él, así que no tengo problemas en hacerlo.
¿Te considerás una mujer fuerte?
Mi madre me hizo así. Y te digo, mi vida no fue nada fácil; es más, ahora mismo podría estar en cualquier lugar, metida por ahí, pero no. Yo tuve padrastro y madrastra; en mi niñez estuve de un lado para el otro: viviendo con mi madre, volviendo a la casa de mi padre, yéndome con mi hermano… Tuve mucha resiliencia y le di la vuelta a todo lo malo que me pasó, y aprendí de ello. Hoy siento que todo en mi vida es bueno y eso es porque me lo busqué. Creo que uno tiene que buscar su felicidad, porque definitivamente es una decisión propia el tenerla. Y te decía, aprendí de mi madre a ser fuerte, ¡a trabajar! Y eso que dicen “mi mamá me deja por ir a trabajar y me voy a traumar, ¡son huevadas!”. De los ejemplos, aprendemos. Mi padre también es trabajadorísimo; es un tipo chapado a la antigua, pero me demostró que no se necesita ser profesional para salir adelante. Podés hacer cualquier cosa, pero si sos bueno en algo vas a ser exitoso.
¿Cómo sos como ama de casa?
Soy más ejecutiva que ama de casa. Me gusta que todo esté limpio. Tengo una persona que nos ayuda; es de mi familia digo yo porque nos llegó en la época en que todos caímos con covid y siento que es como una hermana. Cuida la casa, nos cuida a los chicos, ama al perro… De ella sí que no diré su nombre porque por ahí me la quitan (risas). Cociné cuatro meses de la pandemia y con eso ya hice mi parte para los próximos cinco años (risas). Mis hijos dicen que cuando cocino lo hago muy rico y como me pongo la soga al cuello haciendo cosas de chefs, ellos me piden otras recetas. Hago limpieza los fines de semana. Llevo a mis hijos al colegio, los llevo a clases de música. No tengo mucho tiempo para ser ama de casa.
¿Por qué siempre se te ve tan positiva y de buen ánimo?
Es algo hereditario. Vos ves a mi mamá y creés que no tiene problemas. Siempre he dicho que en esta vida hay que ser positiva y buscar soluciones para los problemas, porque de nada sirve estar quejándose y con mala cara. Procuro que la gente a mi alrededor se sienta bien, que esté feliz.