Entrevista

JIMENA RICO TORO: «YA NO SOY MUJER DE PIES Y MANOS, DE ESTAR EN SALONES DE BELLEZA»

La Miss Bolivia Mundo 2000 inició su empresa de catering vendiendo almuerzo en el colegio de sus hijos. Dice ser una foodlover y una mamá jodida. 

Trabajar. Eso es lo que Jimena Rico Toro hizo apenas regresó de Japón con su familia. «Quise salir de mi zona de confort», explica. Y aunque había colaborado a su esposo, Erick Saavedra, en la embajada de Bolivia y en su casa no era ninguna vaga, supo que era hora de emprender un negocio propio. Y se dio sin planificarlo: en el colegio alguien vio la comida que Jimena preparaba para sus hijos, las solicitudes le llegaron y ella las aceptó gustosa. La Miss Bolivia Mundo 2000 había creado una empresa de catering para niños y con el tiempo extendió su oferta gastronómica para eventos sociales e institucionales con su nombre como marca.

¿Cómo te animaste a poner un catering y no otro negocio?
La verdad es que esa pregunta me la he hecho varias veces (risas). Pude haber puesto un salón de belleza, un spa… Pero lo que a mí siempre me ha gustado son los temas de comida y decoración; soy una foodlover y me encanta todo lo relacionado a la presentación de platos, entonces tenía que hacer algo relacionado con eso. En el Colegio Americano llegué a dar almuerzo hasta a 400 alumnos, por lo que tuve que dejar la cocina “hechiza” que había comprado en el Chiriguano y con un crédito adquirí una industrial para poder trabajar mejor. Ahí está guardada; la ocupo los miércoles para dar comida al Oncológico.

No sabía que dabas comida a ese hospital…
No lo cuento porque no me creen; solo lo hago cuando me lo preguntan, y tampoco me creen (risas).

¿Te endeudaste con un crédito?
Sí, no podía pedirle a mi marido; él tenía su presupuesto para mantener la casa. Pero pude pagar y seguir con el negocio. Los caterings cuestan mucha plata, pero por eso hay que empezar como yo lo hice: con lo básico, no irse a lo grande.

¿Y qué hiciste en la cuarentena?
Hice sándwiches de chola con uno solo de mis funcionarios; lo recogía y lo devolvía todos los días a su casa. Los sábados hacíamos sushi que yo vendía personalmente en mi auto; llamaba y ofrecía mostrándole a la gente filmaciones de la preparación para que vean que todo era con normas de bioseguridad.

¿Estudiaste para ser chef?
No soy chef ni cocinera; soy cochabambina de buen paladar (risas).

Oye, vos te saliste del mundo de la farándula y te perdimos de vista…
No sé si alguna vez estuve en el mundo de la farándula como tal, pero sí me desaparecí después de ser miss porque creí que ya era hora de hacerlo. Cuando me casé a los 24 años volví a lo que era antes: hogareña, tranquila y dedicada solo a mi familia, en ese tiempo a mi esposo. Ahora tengo menos vanidad y más humanidad; las épocas han cambiado y uno cambia. Ya no soy mujer de pies y manos, de pedicura y manicura, y de estar todo el día en salones de belleza.

¿Qué aprendiste de los japoneses?
Su educación, su forma exacta y precisa de hacer las cosas y el respeto único que tienen por la vida y las demás personas; me encanta lo educados que son.

¿Y los japoneses aprendieron algo de vos?
En el corto tiempo que estuve allá, alrededor de un año, creo que aprendieron que hay mujeres sin poses; siempre me mostré tal cual era, siempre dije lo que pensaba… Hubo eventos donde las mujeres no hablaban ni interactuaban mucho, pues yo lo hacía y hasta daba mis discursos de agradecimiento. Si bien no éramos diplomáticos de carrera, pudimos mostrar un lado humano y amistoso.

¿Qué te dejó el ser reina de belleza?
El cariño de la gente, que me hayan conocido y permitirme a mí conocer el ambiente, a los periodistas y a muchas personas en Santa Cruz, donde al final me quedé a vivir. Eso es lo único bueno que me dejó el haber participado en un concurso de belleza. Después, lo demás, son experiencias que no quisiera repetir.

¿Cómo sos de mamá?
¡Soy jodida! (Risas) Eso tendrías que preguntar a mis hijos. Pero sí, soy una mamá polla: me encanta estar con mis hijos, me encanta disfrutarlos, me encanta que tengan disciplina… Veo sus horarios desde que amanece; hago que tengan responsabilidades, busco que crezcan sanos y con una visión de mundo diferente. Pienso que soy como la mayoría de las mamás, pero un poco más fregada. Estoy segura de que mi papá no se equivocó en mi crianza.

¿Y qué tal sos como mamá en época de clases virtuales?
Soy relajada. Comprendo todo el estrés que hay ahorita por las clases virtuales: el de los niños, el de los profesores y el de los papás, pero yo no me complico. Cuando veo cansados a mis hijos no les exijo; no puedo obligarlos a estar ocho horas frente al monitor ni a dar más de lo que pueden dar. Son tiempos muy difíciles y hay que ser tolerantes. Sin embargo, sí les exijo que sean buenos en lo que están aprendiendo y que sean respetuosos con los tiempos y tareas, que es una forma de mostrarle respeto al profesor.

¿Te descolocó a vos también la pandemia?
¡Como a todos! Es una situación muy anormal, muy triste por las familias rotas que está dejando y definitivamente nos ha cambiado. Yo rescato lo bueno: estamos cambiado como sociedad, estamos evaluando nuestros valores y nos hemos dado cuenta de lo que es realmente valioso en la vida: la salud y el hogar.

¿Ayuda tu nombre para vender más?
No creo; hay personas que me han conocido con este negocio. Quizá también mi nombre pudo ser un tropiezo, de repente alguien iba a decir “esta debe ser una creída, mejor no le pidamos”. No ha sido una barrera, pero tampoco una ventaja. Mi catering se ha ganado su espacio porque he puesto en él alma, vida y corazón; yo era la que repartía, yo sigo cobrando a los clientes, yo soy la que habla y se pone en el lugar de los clientes, yo soy la que hago los pedidos a los proveedores… ¿Ves? Realmente, yo pisé tierra y me dediqué de pleno a esto.

Vi en tu face que estás buscando degustadores, ¿cómo es eso? ¿Por qué regalás tu comida?
Yo tengo mi público fijo, la gente que he atendido en seis años de catering; pero quiero llegar a más gente en estos días que estamos en casa. Me gustaría que otras personas puedan tener mi comida, aquellas que no tienen la oportunidad de hacerlo porque no tienen el evento o porque no tienen dinero. No es un regalo, es compartir; deseo que disfruten de algo rico, lo que yo preparo. Sé que este acto tan simple puede alegrar y eso es un gusto para mí. Me enseñaron a compartir, yo no me agarro de nada.

¿Por qué seguís tan bonita?
(Risas) Nunca me he sentido bonita, pero creo que eso es lo que uno refleja y lo que se lleva adentro. Ahora camino liviana: no vivo para las cámaras, no vivo para las pilchas, no ando con lo último de la moda… Me preocupo más por mí, uso mis cremas japonesas, que no son caras por si acaso (risas).

DATO
Facebook: https://www.facebook.com/JimenaRicoToroCatering
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