El artista alteño dirigirá una película animada hablada totalmente en aimara. Conseguir papeles para interpretar no le quita el sueño, el año pasado rechazó dos protagónicos
Juan Carlos Aduviri consigue premios sin buscarlos. En 2011 fue nominado a Mejor Actor en los Premios Goya por su participación en También la lluvia (2010), y hace poco se enteró que las películas El cisne electrónico y King Kong en Asunción fueron reconocidas en Estados Unidos y Brasil, respectivamente; en ambas el alteño tiene roles protagónicos. ¿Y por qué decimos que no se afana por los galardones? Porque –aunque no se crea– él prefiere dirigir a interpretar un personaje y, en consecuencia, actuar le sale de forma natural.
Descendiente de aimaras, el artista es apasionado por el cine desde su niñez, cuando asistía al cine Libertad en su ciudad para ver los correteos de Arnold Schwarzenegger y Sylvester Stallone. Pero fue una cinta en particular la que marcó su vida y lo llevó a pensar a meterse de algún modo en la cinematografía: El Padrino (1972). «La pasaron por el Canal Universitario de La Paz y fue una película distinta a las que había visto hasta ese momento. No tenía grandes explosiones, pero me pareció impresionante. ‘¡Guau, qué tipo de cine es esto!’, me dije».
El cine que usted ahora hace es diferente a ese…
El cine de Hollywood es muy emocionante, pero todos sabemos cómo acabarán sus películas después de 15 minutos de proyección. En cambio, las que hacemos en esta parte del mundo son un poco más complejas; son historias que sorprenden, de las que desconocemos sus finales. Definitivamente, nuestro cine es distinto, me gusta trabajar en él y hacer cosas que asombren.
¿Es cierto que usted es actor por casualidad?
Sí, así es. Cuando estaba estudiando cine, con mis compañeros hicimos varios cortometrajes y a veces me seleccionaban para suplir a algún actor que llegaba tarde o que no llegaba. Con esa experiencia, Dominga Guachalla, una compañera que era asistente de casting de Rodrigo Bellot en la película También la lluvia, me sugirió grabar una pruebita para enviársela a él. Después hice una demostración personal y tras enviar el video a España y otra prueba más, me dieron el papel que hice. Yo no pretendía ser actor, no me gustaba actuar.
Y después de 10 años, ¿ya le agarró el gustito?
No tanto. Como actor está funcionando lo que estoy haciendo y cuando me contratan me extienden cheques; entonces, eso paga las cuentas y facturas de la casa. Como director es muy difícil que eso suceda. Mira, tantos años luchándola y por fin he conseguido que vean mi trabajo como tal y me contrataron para dirigir un largometraje en Chile. Es una película de animación que se filmará totalmente en aimara, con una historia andina. Es un proyecto de largo plazo, fácilmente saldrá en cinco años.
Pero ya lleva varios premios como actor…
Tengo dos cajones llenos de premios por mi carrera; son un incentivo para seguir adelante. Gracias a Dios siempre me ha ido bien en los diversos festivales donde han participado las producciones en las que he estado.
¿Por qué no hemos visto en Bolivia las dos películas premiadas?
Por la pandemia, aunque El cisne electrónico se estrenó en el Festival Internacional de Cine de los Derechos Humanos, de Sucre. King Kong en Asunción fue exhibida en el Festival de Gramado, donde ganó el premio a Mejor Película. Esta pandemia nos perjudicó: teníamos que producir un cortometraje que ahora lo convertiremos en largometraje, dependiendo del apoyo que recibamos del exterior. Lo estoy escribiendo y lo voy a dirigir.
¿Usted cree que la pandemia llevará el cine a la televisión y otras plataformas?
El cine para ser cine tiene que tener una pantalla gigante, un espacio oscuro y personas llenando el lugar, ¡esa es su magia! Netflix, por ejemplo, no puede ofrecer eso, es lo opuesto. En casa puedes hasta preparar comida mientras miras una película y esa no es la idea. La diferencia entre una sala de cine normal y una plataforma de streaming es abismal. Sin embargo, la pandemia no inició esto, ya venía de antes y tenemos que adaptarnos a los cambios. El futuro es eso: menos salas de cine y más contenidos digitales.
Pero, ¿no le resulta paradójico que mientras el cine parecía meterse en las casas ahora se estén abriendo autocines?
Es un paso hacia atrás, pero son una linda opción para ver películas. La situación del Covid-19 permitió que se abran esos autocinemas que creo que ya no existían en el mundo. Una vez el dueño del cine Libertad, que tenía la pantalla más grande del país, me dijo que el futuro había cambiado el ritmo de vida y que ya no daba para tenerla. Hay que adaptarse al momento.
Ese cine le trae recuerdos…
El cine Libertad era un cine de reestreno. Las películas llegaban primero a La Paz y después venían a El Alto. De ver películas en mi televisor de 12 pulgadas y en blanco y negro a verlas en una pantalla como la de ese cine, ¡fue un impacto tremendo! En 1988 ahí vi Rambo III, con un sonido abrumador y colores alucinantes.
¿Tiene trabajo como actor en un futuro próximo?
No. El año pasado he tenido la suerte y la desdicha de rechazar dos protagónicos. Uno porque no me daba tiempo para atender a mi bebita de un añito; el otro proyecto lo rechacé porque sabía que no iba a entenderme con el director.
¿Rechazó un trabajo por atender a su hija? Eso es raro…
Justo cuando estaba por nacer mi primer hijo hace cuatro años, mi representante en España me llamó para decirme que podía conseguirme trabajo en una serie. Decidí quedarme a ver a mi hijo nacer y no me arrepiento, fue maravilloso. Me apasiona tanto mi trabajo, pero mi familia es más valiosa e importante. Pero, fíjate la influencia que tiene el cine en mí: mi hijo se llama Lucas Alí, en honor a Muhammad Alí. ¿Viste la película que protagonizó Will Smith interpretándolo? Me fascinó y como era fanático de ese boxeador negocié con mi esposa para ponerle su nombre. A mi niña ya no pude llamarla Ayrton María o algo así para recordar al automovilista brasileño, otra gran persona que yo admiraba. Ya me había tocado darle el nombre al niño, así que el turno fue de ella. Se llama Lluvia Zoe y me recuerda a También la lluvia.