Lleva seis años pintando con el seudónimo TayMat. Sus cuadros, generalmente coloridos y cargados de detalles, reflejan su modo de ver la vida y el mundo que la rodea. Ella pinta por amor al arte, no para vivir de él.
Las pinturas de Táyana Matković tienen los colores que sus ojos verdes ven. Asegura que la vida la inspira a pintar, que la naturaleza y el sentirse feliz la llevan a tomar un lienzo en blanco y llenarlo de color. «Mi mundo es de colores y así ha sido desde que tengo uso de razón», expresa. «No sabría decir desde cuándo pinto, pero firmando como TayMat lo hago desde 2014, cuando regresé a vivir a Bolivia».
Su estilo es único, así lo define ella, sobre todo en sus cuadros de vírgenes. Y desafía a buscar en internet algo parecido; su característica es clara: aureolas hechas con miles de puntos coloridos, mantos con detalles primorosos en relieve y coronas que parecen pintadas con oro derretido.
Pintar es un pasatiempo para “Tay”, pero lo hace con pasión que se evidencia en sus redes, donde comparte todo el proceso creativo de sus obras. Es ingeniera comercial y trabaja como jefa de marketing de Yogen Früz, de donde sale cada día para dedicarse religiosamente a sus creaciones. Tuvo una gran escuela para ser tan dedicada: Disney World, donde también se llenó de magia.
¿Qué fue lo primero que pintaste en tu vida?
¡Guau! Hice miles de pinturas cuando era chica y mi mami siempre las guardaba, pero lamentablemente pasamos por una época muy mala en la que perdimos nuestra casa con muebles y hasta con mis cuadros. Luego, en mi año de “promo”, tomé una clase de AP Art y lo primero que pinté fue la espalda de una mujer de forma abstracta; hice toda una colección sobre el mismo tema y la envié a las universidades en busca de una beca que me permita estudiar Arte. Obtuve la beca, pero terminé estudiando Ingeniería Comercial. Toda esa colección la tengo expuesta aquí en mi casa.
En tu casa también está tu taller, ¿tenés un horario especial para pintar?
Sí, por el momento lo hago en el comedor: hice mi pequeño “estudio” en una esquina y pinto siempre después de las seis de la tarde, que es la hora en la que ya estoy libre de mi trabajo, lista para sumergirme en el mundo del arte por unas horas antes de dormir. Amo pintar en completo silencio. Siempre me preguntaba por qué y un día charlando con una amiga llegamos a la conclusión de que mientras pinto me sumerjo en un estado profundo de meditación. Cuando hago cuadros abstractos y descontraídos, en los que no soy tan minuciosa, un poco de música hace que mis manos y mis pinceles hagan su propia magia.
¿Cuántos cuadros has vendido?
Sinceramente no tengo idea. Mi papi siempre me tiene de una oreja con eso: que debería saber cuánto he vendido, cuánto he ganado y demás. Y la verdad es que como es mi hobby no me importa tanto ese tema; yo pinto por amor al arte y no para ganar plata y vivir de eso. Sin embargo, en unos días lanzaré nuevos productos y desde entonces sí voy a tener que administrar todo muy bien y, bueno, aplicar todo lo que uno hace realmente en el trabajo.
¿Qué sentís al vender tus obras?
¡Se me llena el alma! Saber que ni bien subo un cuadro a mis redes sociales y se vende es realmente gratificante. Me siento plena porque sé que adornará un hogar y hará felices a sus habitantes. Amo la sensación de mostrar un cuadro terminado, porque como siempre publico el proceso de mis pinturas es lindo saber la reacción de la gente que me sigue. Hago muchos cuadros a pedido, pero cuando pinto algo que nadie me pidió y lo subo, la adrenalina de saber en cuánto tiempo se venderá es única. El otro día batí récord con la pintura de una vaca, “Lola”. la vendí en menos de 20 minutos. ¡Quedé alucinando! Pero lo que más me gusta de vender mis obras es poder ayudar a la gente: como muchos saben, un porcentaje de todas mis ganancias es para beneficencia.
¿Has regalado alguna?
Sí, mi primer cuadro como TayMat se lo hice a mi hermana, porque sabía que ella lo iba a colgar en su cuarto sin importar el resultado. También he donado cuadros para rifas solidarias. Pienso que si podemos ayudar con algo que amamos hacer, seremos bendecidos.
¿Cómo fue trabajar en Disney World?
(Risas) Disney es mágico, es el lugar donde los sueños se hacen realidad. Pero la realidad es que trabajar tras bastidores es otra cosa. Yo amo Disney, volvería a trabajar allí sí o sí… ¡Pero es realmente cansador! (Risas). Llegué a estar de pie hasta 16 horas continuas con una sonrisa de oreja a oreja. Disney me formó más que nada en disciplina: la puntualidad, el ser impecable con todo lo que uno hace y, en especial, a dar siempre lo mejor de mí misma sin importar por lo que esté pasando. En backstage podía estar cansada y malhumorada, pero al momento de entrar a trabajar también lo hacía al personaje: buena postura, siempre sonriente y hacer todo lo mejor para que nuestros “invitados”, como le llaman ellos a los visitantes, pasen un día maravilloso y se lleven el mejor recuerdo de sus vidas. Y lo mejor de trabajar allá fue que pude ir a los parques en mis tiempos libres, y llevar a mis familiares con descuentos en absolutamente todo.
Te conocí como una gran tía, ¿seguís siéndolo?
Eso no te podría responder, tendrían que hacerlo mis sobrinos. Lo que sí te puedo decir es que soy una tía que ama con locura y sin medida, incondicionalmente. Soy una tía que adula pero que también enseña. Sinceramente, nunca pensé que se podía amar tanto, ¡no puedo ni imaginar cómo será ser mamá!
¿Cuántos hijos te gustaría tener?
Creo que tres es el número perfecto. No es solo un par, pero tampoco una manada (risas). Con tres entramos todos bien en un auto.
¿Cuándo te casarás? Ya llevás mucho tiempo encortejada (con Bernardo Armijo)…
Me gustaría casarme cuando los dos estamos listos para eso.
Sos llorona, lo sé. ¿Qué te hace reír a carcajadas?
(Risas)Soy llorona porque soy súper sentimental y emotiva; si estoy feliz se nota y si estoy amarga de aburrida se nota aún más. Además, soy muy empática y si veo a alguien sufrir lloro… Mis lágrimas están ahí listas para salir en cualquier segundo… Pero también lloro mucho de felicidad. Y aunque no lo creás, lo que me hace reír a carcajadas son las ‘cracedades’ (obscenidades). Vos me ves como una señorita muy bien comportada pero amo hablar malas palabras y que me cuenten anécdotas triple equis. Obvio, también río por las ocurrencias de mis sobrinos, de mis amigos y de mi cortejo. Él me conquistó haciéndome reír.
Aparte de pintar y consentir a tus sobrinos, ¿en qué sos capísima?
¡En hablar burreras! (Risas) No, mentira; creo que soy capa diseñando estrategias de marketing específicas a las necesidades del cliente, marca o empresa. También me considero buena expresando mis sentimientos, en especial escribiéndolos.
¿Qué labores de casa no te gustan hacer?
Cocinar. Amo comer, amo dar apoyo moral acompañando a las personas a que cocinen, pero yo cocinar… No. Prefiero lavar los platos. Mi mami es peruana, así que gracias a Dios cocina delicioso y, bueno, mi novio es chef innato así que no tendré jamás la necesidad de preparar comidas.
¿Te gustaría volver a vivir en Estados Unidos?
Estuve en total nueve meses allá y casi todo el tiempo la pasé encerrada en Disney. Siempre es lindo ir de vacaciones, tal vez consideraría irme allá o a Europa cuando me jubile. Por el momento estoy donde debo estar.
¿En qué obra estás trabajando ahora?
Hace cuatro años trabajo en un San Jorge de más de dos metros de alto. Es tan grande que no tengo un espacio para poder trabajar en él con comodidad y al ser un óleo en relieve, ¡tarda siglos en secar! Siempre me terminan faltando materiales y pongo cualquier excusa para no terminarlo. Y ya sé por qué es: me dieron la imagen y me pidieron que la querían tal cual. Entonces, no disfruto pintando algo que alguien ya hizo. Pero ya me puse mi fecha para entregarlo.